Seeing Stars
POEMS
Simon Armitage
ALFRED A. KNOPP NEW YORK 2011
vendido a la dama con gafas de sol y zapatos verdes
Mi novia me ganó en una subasta cerrada pero no quería decirme cuánto pagó.
“Déjalo, Frank. No es importante. Ahora vamos a dormir” -dijo ella-. Pero yo estaba inquieto.
Una hora más tarde la desperté y le dije: «Dame una cifra aproximada.” «Estoy cansada», respondió ella.
Encendí la luz. «Pero ¿estamos hablando de miles?» Ella se distanció, puso la sábana de algodón sobre
su cabeza, murmurando, “Estás siendo un estúpido, Frank.» Yo dije,» Oh, ¿siendo estúpido yo? Entonces
no son miles. Sólo un par de cientos, ¿no?” “No te lo voy a decir, así que déjalo,» gruñó ella. Yo ya estaba
completamente despierto. «¿Cincuenta, tal vez? ¿Un billete de diez?» Ella no dijo nada, y cuando Elaine
no dice nada sé que me estoy acercando a la verdad. Como el otro día con el herbicida.
Dije: «Tal vez no estabas pujando por mí en absoluto. Tal vez andabas detrás de una televisión de pantalla
plana o una unidad de bronceado doméstico, y me conseguiste en su lugar. Dime, Elaine. Dime lo que valgo,
porque ahora mismo no sé si soy un huevo original de Fabergé o apenas un gato arrastrado.”
Elaine surgió de debajo de las sábanas y bebió un sorbo de agua del vaso de la mesilla de noche. «Frank,
escucha. ¿Qué importa si fue un millón de libras o un sello de segunda clase? No tienes precio, ¿vale? Eres
todo para mí. No lo estropees hablando de dinero.”
Entonces ella tomó mi mano y la sostuvo contra su pecho y dijo: «¿Quieres hacer el amor?» Respondí con mi
cuerpo, vaciando hasta la última moneda en su bolso.
Pero esa noche soñé que el muchacho-esclavo ganaba su libertad por arrancar una hoja de la rama dorada de
Diana, y mucho antes del amanecer, con pan en mi mochila y el viento en mi espalda, salí andando a zancadas.
Sold to the Lady in the Sunglasses and Green Shoes
My girlfriend won me in a sealed auction but wouldn’t tell me how much she bid. “Leave it, Frank. It’s not
important. Now go to sleep,” she said. But I was restless.
An hour later I woke her and said, “Give me a ballpark figure.” “I’m tired,” she replied. I put the light on.
“But are we talking like thousands here?” She rolled away, pulled the cotton sheet over her head, mumbling,
“You’re being silly, Frank.” I said, “Oh, being silly am I? So not thousands. Just a couple of hundred, was it?”
“I’m not telling you, so drop it,” she snarled. By now I was wide awake. “Fifty, maybe? A tenner?” She didn’t
say anything, and when Elaine doesn’t say anything I know I’m getting close to the truth. Like the other day
with the weed killer.
I said, “Maybe you weren’t bidding for me at all. Maybe you were after a flat-screen telly or a home sun-tanning
unit, and you got me instead. Tell me, Elaine. Tell me what I’m worth, because right now I don’t know if I’m an
original Fabergé egg or just something the cat dragged in.”
Elaine surfaced from under the covers and took a sip of water from the glass on the bedside table. “Frank, listen.
What does it matter if it was a million pounds or a secondclass stamp? You’re priceless, OK? You’re everything
to me. Don’t spoil it by talking about money.”
Then she took my hand and held it against her breast and said, “Do you want to make love?” I answered with my
body, tipping every last quicksilver coin into her purse.
But that night I dreamed of the boy-slave winning his freedom by plucking a leaf from Diana’s golden bough, and
long before dawn, with bread in my knapsack and the wind at my back, I strode forth.
2010 by Simon Armitage
PUBLISHED BY ALFRED A. KNOPF
Seeing stars : poems / by Simon Armitage
•
0 comentarios