Sueño Parisino

por Charles Baudelaire

 

Para  Constantin Guys

I

Por este dantesco paisaje,
tal que nunca vio ningún mortal,
esta mañana todavía esa imagen
difusa y alejada me fascina.

¡El sueño está repleto de milagros!
Por un capricho particular
había desterrado de estas escenas
la vegetación irregular,

y, pintor arrogante por mi genio,
disfrutaba de mi cuadro
con la embriagadora monotonía
del metal, el mármol y del agua.

Esa Babel de escaleras y soportales,
era un palacio interminable,
rebosante de estanques y cascadas
desmoronándose en el oro mate o bruñido;

y unas abrumadoras cataratas
igual que cortinas de cristal,
colgaban deslumbrantes
de los muros metálicos.

No de árboles, sino por columnatas
los durmientes estanques eran rodeados,
en donde gigantescas ninfas,
como mujeres se veían reflejadas.

Mantos de agua se derramaban, azulados,
entre riberas rosadas y verdes
a lo largo de millones de leguas,
hacia los confines del universo;

había piedras asombrosas
y mágicas olas; había
enormes espejos deslumbrados
¡por todo lo que reflejaban!

Despreocupados y taciturnos,
como Ganges, en el firmamento
vertían el tesoro de sus urnas
en hondos pozos de diamante.

Arquitecto de mis fantasías,
conseguía, a mi antojo,
bajo un túnel de piedras preciosas
cruzar un océano amansado;

y todo, hasta el color negro,
parecía desgastado, transparente, irisado;
el líquido engastaba su gloria
en ese haz cristalizado.

No había estrella, de hecho, ningún vestigio
de sol, ni siquiera en el fondo del cielo,
para iluminar esos prodigios,
¡que centelleaban con un fuego íntimo!

Y sobre estas movedizas maravillas
planeaba (¡espantosa novedad!
¡todo para la vista, nada que escuchar!)
un silencio eterno.

 

II 

Al reabrir mis ojos en llamas
pude ver lo peor de mi barrio
y sentí clavándose en mi alma
el aguijón de esas malditas inquietudes;

El péndulo, con esos toques fúnebres,
sonaba de forma brusca a las doce,
y el cielo derramaba sus tinieblas
sobre el triste mundo adormecido.

 

 

Rêve Parisien

pour Charles Baudelaire

 

À Constantin Guys

 

I

De ce terrible paysage,
Tel que jamais mortel n’en vit,
Ce matin encore l’image,
Vague et lointaine, me ravit.

Le sommeil est plein de miracles!
Par un caprice singulier,
J’avais banni de ces spectacles
Le végétal irrégulier,

Et, peintre fier de mon génie,
Je savourais dans mon tableau
L’enivrante monotonie
Du métal, du marbre et de l’eau.

Babel d’escaliers et d’arcades,
C’était un palais infini,
Plein de bassins et de cascades
Tombant dans l’or mat ou bruni;

Et des cataractes pesantes,
Comme des rideaux de cristal,
Se suspendaient, éblouissantes,
À des murailles de métal.

Non d’arbres, mais de colonnades
Les étangs dormants s’entouraient,
Où de gigantesques naïades,
Comme des femmes, se miraient.

Des nappes d’eau s’épanchaient, bleues,
Entre des quais roses et verts,
Pendant des millions de lieues,
Vers les confins de l’univers;

C’étaient des pierres inouïes
Et des flots magiques; c’étaient
D’immenses glaces éblouies
Par tout ce qu’elles reflétaient!

Insouciants et taciturnes,
Des Ganges, dans le firmament,
Versaient le trésor de leurs urnes
Dans des gouffres de diamant.

Architecte de mes féeries,
Je faisais, à ma volonté,
Sous un tunnel de pierreries
Passer un océan dompté ;

Et tout, même la couleur noire,
Semblait fourbi, clair, irisé ;
Le liquide enchâssait sa gloire
Dans le rayon cristallisé.

Nul astre d’ailleurs, nuls vestiges
De soleil, même au bas du ciel,
Pour illuminer ces prodiges,
Qui brillaient d’un feu personnel!

Et sur ces mouvantes merveilles
Planait (terrible nouveauté!
Tout pour l’œil, rien pour les oreilles!)
Un silence d’éternité.

 

II

En rouvrant mes yeux pleins de flamme
J’ai vu l’horreur de mon taudis,
Et senti, rentrant dans mon âme,
La pointe des soucis maudits ;

La pendule aux accents funèbres
Sonnait brutalement midi,
Et le ciel versait des ténèbres
Sur le triste monde engourdi.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Charles Baudelaire
__________

 

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