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Tera es una clásica de la belleza y de la sensualidad erótica.
Tendida, llena de nostalgia, con la mirada hacia la tarde de oro y miel y vestida de lencería negra
con transparencias de encaje, Tera puede sangrar de puro deseo o puede que su castigado corazón
no aguante más tales calenturas pasionales.
Se dice que el programa de la vida feliz apenas ha variado a lo largo de la vida humana y tal vez
Tera está ahora buscando ese desgarrón, esos desgarrones que, por contraste, forman parte del programa
de la felicidad, que es como el de una tostadora de pan: ancho regulable, botón de parada y calientabollos.
Tera se ha tendido, se ha tumbado, se ha dejado caer sobre los mullidos almohadones y piensa, tal vez,
en su vida, y siente el desorden perezoso de su alma, y se dice palabras, frases sueltas: cuando una cosa
vale la pena; si no sabes adónde vas; aquellos zapatos con el empeine azulón.
Se siente desconocida; frágil; con los pechos llenos de un tiempo ya antiguo, como dos renuncias o dos
avances de amor. Tiene ganas de esconderse, de ocultarse y llorar, como si el alma se le hubiese llenado
de sombra de repente.
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