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Un cuento zen
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El duque Mu de Chin dijo a Po Lo:
«Ya estás cargado de años. ¿Hay algún miembro de tu familia a quien pueda encomendarle que me busque caballos?»
Po Lo respondió:
«Un buen caballo puede ser elegido por su estructura general y su apariencia. Pero el mejor caballo, el que no levanta polvo ni deja huellas, es en cierto modo evanescente y fugaz, esquivo como el aire sutil. El talento de mis hijos es de nivel inferior; cuando ven caballos pueden señalar a uno bueno, pero no al mejor. No obstante, tengo un amigo, un tal Chiu-fang Kao, vendedor de vegetales y combustible, que en cosas de caballos no es en modo alguno inferior a mí. Te ruego que lo veas».
El duque Mu así lo hizo y después lo envió en busca de un corcel. Tres meses más tarde volvió con la noticia de que había encontrado uno.
«Ahora está en Sach’iu», añadió.
«¿Qué clase de caballo es?», preguntó el duque.
«Oh, es una yegua baya», fue la respuesta. ¡Pero alguien fue a buscarlo, y el animal resultó ser un padrillo renegrido! Muy disgustado, el duque mandó a buscar a Po Lo.
«Ese amigo tuyo —dijo— a quien le encargué que me buscara un caballo, se ha hecho un buen lío. ¡Ni siquiera sabe distinguir el color o el sexo de un animal! ¿Qué diablos puede saber de caballos?»
Po Lo lanzó un profundo suspiro de satisfacción.
«¿Ha llegado realmente tan lejos? —exclamó—. Ah, entonces vale diez mil veces más que yo. No hay comparación entre nosotros. Lo que Kao tiene en cuenta es el mecanismo espiritual. Se asegura de lo esencial y olvida los detalles triviales; atento a las cualidades interiores, pierde de vista las exteriores. Ve lo que quiere ver y no lo que no quiere ver. Mira las cosas que debe mirar y descuida las que no es necesario mirar. Kao es un juez tan perspicaz en materia de caballos, que puede juzgar de algo más que de caballos.»
Cuando el caballo llegó, resultó ser un animal superior.
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Duke Mu of Chin said to Po Lo:
‘You are now advanced in years. Is there any member of your family whom I could employ to look for horses in your stead?’
Po Lo replied: ‘A good horse can be picked out by its general build and appearance. But the superlative horse – one that raises no dust and leaves no tracks – is something evanescent and fleeting, elusive as thin air. The talents of my sons lie on a lower plane altogether; they call tell a good horse when they see one, but they cannot tell a superlative horse. I have a friend, however, one Chin-fang Kao, a hawker of fuel and vegetables, who in things appertaining to horses is nowise my inferior. Pray see him.’
Duke Mu did so, and subsequently dispatched him on the quest for a steed. Three months later, lie returned with the news that lie had found one.
‘It is now in Shach’iu,’ he added.’
What kind of a horse is it?’ asked the Duke.
‘Oh, it is a dun-colored mare,’ was the reply. However, someone being sent to fetch it, the annual turned out to be a coal-black stallion! Much displeased, the Duke sent for Po Lo.
‘That friend of yours,’ lie said, ‘whom I commissioned to look for a horse, has made a fine mess of it. Why, lie cannot even distinguish a beast’s color or sex! What oil earth can he know about horses?’
Po Lo heaved a sigh of satisfaction.
‘Has he really got as far as that?’ he cried. ‘Ah, then he is worth ten thousand of me put together. There is no comparison between us. What Kao keeps in view is the spiritual mechanism. hi making sure of the essential, he forgets the homely details; intent on the inward qualities, lie loses sight of the external. He sees what he wants to see, and not what he does not want to see. He looks at the things he ought to look at, and neglects those that need not be looked at. So clever a judge of horses is Kao, that lie has it in him to judge something better than horses.’
When the horse arrived, it turned out indeed to be a superlative animal.
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J.D. Salinger
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Traducción de Carmen Criado
En Levantad, carpinteros, la viga del tejado
y Seymour, una introducción
Buenos Aires: Edhasa, 2013
Raise High the Roof Beam, Carpenters and
Seymour: an introduction
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