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Pero el amor, esa palabra… Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una

razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se

llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los

pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos

los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los

dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque

no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo

dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te

alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me

ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer

sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me

sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni

Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con

esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás

antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás,

porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como

los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte,

amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de

Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde

donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme

un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor

japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían

las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar,

perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la

mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fájate. Pero fijate

bien, porque no es gratuito.

¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás

una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras,

perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te

amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos,

convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che;

en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en

elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se

pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te

deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo

creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís

la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.

[… ]

 

 

 

Julio Cortázar

Rayuela, del capítulo 93

Editorial Sudamericana S. A. 1995

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

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