[se llama mínima porque es minúscula, diminuta, y se pretende,

asimismo, que sea de breve formulación, ya que -lo dice la lógica-

una teoría mínima puede necesitar varios volúmenes para ser

expuesta.

La teoría mínima se refiere a la magia como al ingrediente de la poesía

-en realidad, más bien del arte o las artes- que la hace atractiva, apetecible,

necesaria -de alguna manera-, es decir, aquello que de la poesía nos

engancha y nos hace volver a ella, incluso -en ciertos casos- buscarla

activamente.

No es un asunto que sólo los grandes poetas transfieran o transfundan a

sus poemas: hay poetas -y poemas- llamados menores, que tienen mucha,

mucha magia [la teoría también se llama mínima porque, siendo sólo un

atisbo, permite tantas declaraciones de ignorancia como sean necesarias.]

 

Se trata de algo que se tiene o no se tiene y se puede afirmar -desde la

ignorancia propia de la teoría mínima- que es ingente el número de poetas

que la atajan o la reprimen justamente cuando escriben un poema, tal vez 

porque es lo primero y lo que más fácilmente les sale, y por ello lo consideran

falso o frívolo, matando así directamente al poema -cuya cola, como la de

una lagartija, todavía se mueve un rato-.

 

No puedo citar todavía poemas y poetas con magia -o sin ella-. Me amparo

en lo mínimo de la teoría: para que dejara de ser mínima, tendría que pasar

ciertas pruebas [que nunca pienso llevar a cabo] como un estudio a doble ciego.

 

Hay una relación evidente -pero no exclusiva- entre la magia y la cantidad

 [y el tipo o la manera] de conciencia que se utilice cuando se escribe un poema.

Los españoles [perdón por la referencia particular] tienden, tendemos a utilizar

la conciencia -de aquello que estamos haciendo- de manera masiva y aguda,

que es la expresión del temor, del miedo -a veces pánico- que nos provocan

los otros, los demás [quizá pueda decirse lo social de nuestros conciudadanos]

en actividades que son públicas o están dirigidas a serlo: jugar al fútbol, escribir

un poema. 

Parece claro que tememos su juicio, el juicio de nuestros conciudadanos. 

A eso íbamos: es difícil que la magia sobreviva a tal grado de conciencia, hasta

es posible que sea lo primero que se ataje cuando tal conciencia se activa.

 

La teoría mínima ha salido a colación por la poesía, por los poemas de Simic:

ha escrito muchos poemas con magia. 

En suma -y amparándonos de nuevo en el derecho a la ignorancia de la teoría

mínima- diremos que la magia es lo poético de la poesía: aquello por lo que la

poesía surgió, y existe. Lo que hace poesía a la poesía.]

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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