No estoy.

No la conozco.

No quiero conocerla.

Me repugna lo hueco,

la afición al misterio,

el culto a la ceniza,

a cuanto se disgrega.

Jamás he mantenido contacto con lo inerte.

Si de algo he renegado es de la indiferencia.

No aspiro a transmutarme,

ni me tienta el reposo.

Todavía me intrigan el absurdo, la gracia.

No estoy para lo inmóvil,

para lo inhabitado.

Cuando venga a buscarme,

díganle:

“se ha mudado”.

 

 

 

 

 

 

 

Oliverio Girondo
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