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Final soliloquy of the interior paramour

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Light the first light of evening, as in a room

In which we rest and, for small reason, think

The world imagined is the ultimate good.

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This is, therefore, the intensest rendezvous.

It is in that thought that we collect ourselves,

Out of all the indifferences, into one thing:

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Within a single thing, a single shawl

Wrapped tightly round us, since we are poor, a warmth,

A light, a power, the miraculous influence.

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Here, now, we forget each other and ourselves.

We feel the obscurity of an order, a whole,

A knowledge, that which arranged the rendezvous.

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Within its vital boundary, in the mind.

We say God and the imagination are one…

How high that highest candle lights the dark.

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Out of this same light, out of the central mind,

We make a dwelling in the evening air,

In which being there together is enough.
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Soliloquio final del amante interior
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Enciende la primera luz del atardecer, como en un cuarto

En el que reposamos y, por una razón fútil,

Pensamos que el mundo imaginado es el bien esencial.

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Ésta es, por tanto, la cita más intensa.

Con esta idea nos reunimos, prescindiendo

De toda indiferencia, en una sola cosa:

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Dentro de una sola cosa, un solo chal

Rodeándonos fuerte, pues somos pobres, un calor,

Una luz, un poder, la influencia milagrosa.

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Ahora, aquí, nos olvidamos el uno del otro y de nosotros mismos.

Sentimos la oscuridad de un orden, una totalidad,

Un saber que organizó la cita.

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Dentro de sus lindes vitales, en la mente.

Decimos: Dios y la imaginación son una misma cosa…

Cuán arriba la candela más alta ilumina lo oscuro.

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De esa misma luz, de esta mente central,

Hacemos una morada en el aire del atardecer,

En la que estar allí, juntos, es suficiente.

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En, ‘Las auroras de Otoño y otros poemas’

Visor, Madrid, 1993

Traducción de Jenaro Talens

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