Para el nacimiento de un niño

nunca está listo el mundo.

Nuestros barcos todavía no han vuelto de Winlandia.

Aún se encuentra ante nosotros el cañón de San Gotardo.

Tenemos que engañar a los guardias en el desierto de Thor,

abrirnos paso por los canales hacia el Barrio Centro,

lograr llegar al rey Harald el Afilado

y esperar la caída del ministro Fouché.

Sólo en Acapulco

empezaremos de cero.

 

Se nos ha terminado la reserva de vendas,

de fósforos, de ideas, de morteros, de agua.

No tenemos camiones ni apoyo de los Ming.

Con este rocín flaco no compraremos al sheriff.

Ninguna noticia hasta el momento sobre los cautivos.

Nos hace falta una cueva más cálida para las heladas

y alguien que hable harari.

 

No sabemos en quién confiar en Nínive,

no conocemos las condiciones del príncipe cardenal,

ni qué nombres hay aún en los cajones de Beria.

Dicen que Carlos Martell atacará mañana en cuanto amanezca.

En ese caso, engatusemos a Keops,

presentémonos voluntariamente,

cambiemos de fe,

finjamos que somos amigos del dogo

y que nada tenemos en común con los Kwabe.

Llega la hora de encender las fogatas.

Mandemos un mensaje a la abuela en Zabierzów.

Desatemos los nudos de las correas de la yurta.

 

Que el parto sea ligero

y el niño crezca sano.

Que sea feliz a veces

y que salte precipicios.

Que su corazón tenga fuerzas para perdurar

y que su mente despierta llegue lejos.

 

Pero no tan lejos

como para ver el futuro.

Ahorradle, fuerzas celestiales,

ese don.

 

 

 

 

 

Szymborska, Wislawa

Poesía no completa  

texto introd. de Elena Poniatowska ;

ed. y trad. de Gerardo Beltrán, Abel A.

Murcia.- 2a ed. -México : F CE, 2008

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

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