wisława szymborska
prosas reunidas
traducción Manel Bellmunt Serrano
Malpaso Ediciones, S. L. U.
Barcelona
1ª edición: enero de 2017
quién es quién
Alicja Halicka era una ciudadana de Cracovia que, siendo muy jovencita, salió volando del nido familiar para llegar a un estudio de pintura de Múnich, desde donde partió en 1912 hacia París.
Allí se casó con el célebre cubista Louis Marcoussis y pasó a formar parte del ambiente artístico vanguardista.
Pese a ser una pintora, no aportó nada significativo sobre su obra o la de su marido e, incluso, no dijo nada particularmente nuevo sobre los trabajos de otros artistas.
La primera y segunda década del siglo XX parisino (años de grandes y dramáticos cambios en todas las disciplinas del arte contemporáneo) aparecen en las memorias de Halicka como una serie de anécdotas sobre las personalidades célebres del momento.
Las escenas de la vida bohemia, los detallados estereotipos que, cual ave, sobrevuelan las orillas del Sena y el pintoresco séquito de celebridades de mayor y menor importancia… Al final, todo acaba cansando un poco.
Una termina por desear leer algo sobre alguien que no tuviese un apellido ilustre; alguien cuya figura únicamente se conmemorara en este libro, porque, al fin y al cabo, memorias sobre picassos y apollinaires ya ha habido y siempre habrá hasta hartarse…
Halicka, como se dice, conocía a «todo el mundo», pero conocer a «todo el mundo» es demasiado y uno acaba por no conocer bien a nadie.
Sencillamente, no se dispone de tanta energía ni del tiempo suficiente para ello.
Como bien dicen, cuantos más conocidos se tienen, menos amigos se conservan.
Caza a todos sus personajes con el cliché de la anécdota y, rápidamente, se dirige a otra inauguración de una exposición, a otro salón o a un estreno…
Y cuando, cierto día, la enfermedad deja paralizada a la autora en casa, ese exuberante, bullicioso y animado «todo el mundo» se evapora y solo su vieja asistenta, la Sra. Dubois, cuida de la enferma.
Pues es justamente la Sra. Dubois la heroína de la mejor anécdota de todas, pese a no ser una artista, ni una dama de la aristocracia, sino solo una humilde asistenta que solía limpiar los retretes.
En otro tiempo, cuando era la amante de un crupié, recorrió el mundo junto a él desempeñando su duro oficio en multitud de tahurerías, ya fuese en El Cairo o en Buenos Aires.
Cuando Halicka le preguntó sobre la impresión que le reportaron todos esos lejanos viajes, respondió con moderación: «La verdad, señora, es que siempre trabajaba en lugares poco legales, así que mucho tampoco veía…». ¡Dios Santo!
Ayer
Alicja Halicka
traducción del francés de Wanda Błońska
Cracovia
Wydawnictwo Literackie
1971
0 comentarios