wislawa szymborska
prosas reunidas
MALPASO
la abstracción de los números
Mi primer contacto con la estadística tuvo lugar bastante pronto:
tenía unos ocho o diez años cuando fui con mi clase a una exposición de prevención contra el alcohol.
Estaba llena de diagramas y cifras que, obviamente, no recuerdo.
Por el contrario, sí recuerdo perfectamente una reproducción muy colorida, hecha con yeso, del hígado
de un borracho.
Una buena muchedumbre se congregó alrededor de aquel hígado. Pero lo que más nos fascinaba era
un tablón en donde se encendía una lucecilla roja cada dos minutos.
En la inscripción se explicaba que, cada dos minutos, moría en el mundo una persona por causa del
alcohol. Todas nos quedamos petrificadas.
Una de la clase tenía uno de esos relojes de pulsera y comprobaba con esmero y atención la regularidad
de la lucecilla.
Pero Zosia W. aún encontró un método mejor. Se santiguó y comenzó a orar por el descanso eterno de
todos ellos. La estadística nunca ha vuelto a provocar en mí emociones tan inmediatas como aquellas.
Tengo un amigo a quien leer anuarios estadísticos le proporciona una recreación completa de la vida,
a través de las cifras ve y oye e, incluso, experimenta sensaciones olfativas.
Le envidio.
Cuántas veces intento yo misma transformar simples cifras en imágenes concretas, hacer aparecer ante
mis ojos un hombre y una-coma-algo mujeres.
Esa extraña pareja trae al mundo (¡ aproximadamente!) a dos niños, y esos niños enseguida se ponen
a beber alcohol, tanto que, al cabo de un año, ya se han bebido cuatro litros y medio.
A ello se suman dos fenómenos tan terribles, tanto en el contenido como en la forma, como la morbilidad
de la abuela y la mortandad del abuelo.
Probablemente, Irena Landau escribió El polaco estadístico para ese tipo de personas que tienen una
imaginación igualmente inadecuada.
Intentó representar en este librito a una familia corriente en multitud de situaciones cotidianas.
Desgraciadamente, los señores Kowalski se sienten tan estadísticamente típicos que, de inmediato, se
convierten en personajes abstractos, dado que el individuo nunca puede sentirse típico. Es un libro fácil de
digerir, aunque poco nutritivo.
Todas esas grandes cifras son difíciles de domesticar, y algunas de ellas no son en absoluto propias del
registro conversacional.
Al final del libro, la autora misma, no sin cierto sentido del humor, invita al lector a consultar un anuario
estadístico que sea algo más interesante.
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El polaco estadístico, Irena Landau, Varsovia, Iskra, 1969
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