wislawa szymborska
prosas reunidas
MALPASO
una dudosa
compensación
¡Cuántas especies animales manifiestan su capacidad para llevar una vida independiente
justo después de nacer, únicamente gracias a un sistema nervioso que a duras penas
alcanzamos a imaginar, y a una destreza innata que nosotros, dentro de nuestras posibilidades
y necesidades, solo obtenemos al cabo de muchos años y con gran esfuerzo!
La naturaleza nos ha privado de un millar de extraordinarias cualidades, si bien también
es cierto que nos ha dado el intelecto a cambio, como si hubiese olvidado que este sería
nuestro único modo de arreglárnoslas en este mundo.
De haber pensado en ello, la naturaleza habría transferido de forma hereditaria muchas
informaciones básicas.
Habría sido razonable si hubiésemos nacido sabiendo las tablas de multiplicar, conociendo,
aunque fuera, el idioma de nuestros padres, capaces de componer, aunque con dificultades,
un soneto decente o pronunciar una conferencia en un acto solemne.
El recién nacido podría enseguida alzar el vuelo hacia las regiones más elevadas del
pensamiento especulativo.
Al tercer año de vida podría escribir las Lecturas no obligatorias mejor que yo, y a los siete
sería el autor del libro Instinto o experiencia. Sé que airear todas mis penas en las columnas
de Życie Literackie no sirve de nada, pero me sentía afligida.
Dröscher escribe vívidamente sobre los sorprendentes logros del tejido nervioso que permite
a los animales ver sin ojos, oír a través de la piel y husmear el peligro sin que haya la
más mínima brisa.
Todo ello es parte del riquísimo ritual de las actividades del instinto… Todos los
instintos me parecen dignos de ser envidiados. Pero uno de ellos, especialmente: se
llama el instinto de frenar los golpes.
Los animales a menudo se pelean con otros de su misma especie, luchas que, sin
embargo, concluyen por regla general sin sangre. En un momento determinado, uno de
los oponentes se retira y así queda la cosa.
Los perros no se devoran unos a otros, los pájaros no se matan a picotazos y los antílopes
no se ensartan mortalmente. No se debe a que sean dulces por naturaleza. Simplemente
a que actúa un mecanismo que pone freno al ímpetu, a la fuerza del impacto o a la
oclusión de las fauces.
Este instinto solamente desaparece en cautividad, así como tampoco se manifiesta en
aquellas especies que han sido criadas fuera de su lugar natural.
Lo que viene a ser lo mismo.
[Życie Literackie: (La vida literaria) es un conocido semanario polaco dedicado a la vida cultural
y literaria de Polonia que empezó a publicarse en Cracovia a partir de 1951.]
Instinto o experiencia, Vitus B. Dröscher,
traducción del alemán de Krystyna Kowalski,
Varsovia, Wiedza Powszechna, 1969
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