–
–
Con la venia de Vuestra Majestad
–
Por Pere Gimferrer
–
Señora:
–
Sean mis primeras palabras, al agradecer este premio que en su mismo nombre
enuncia Vuestro Patronazgo, eco literal de aquéllas, evocadas ya por mí en otra alta ocasión
ante Vuestra Majestad, que el 27 de mayo de 1888 se pronunciaron en los Juegos Florales
de Barcelona que tuvieron por presidente del Consistorio a don Marcelino Menéndez Pelayo
y contaron con la presencia de la Reina Doña María Cristina.
El poeta y compilador de poesía anónima Mariano Aguiló dijo entonces de la presencia
de Doña María Cristina lo que, no sólo de Vuestra presencia aquí, sino de vuestro patrocinio
al galardón, cumple decir, esto es, que equivalen a «Dignaros descender de la tribuna real
para subir al trono de la poesía». Hay en ello un admirable gesto hermanador y solidario que
en sumo grado caracteriza en la España de hoy las relaciones entre la Corona y el mundo
de la cultura, y que abarca, en el común ámbito iberoamericano de este premio, promovido
conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, lo que expresó aquel
mismo día Menéndez Pelayo al proclamar: «Confundo en mi afecto de hermandad y de raza
a todas las gentes ibéricas por ambos mundos esparcidas».
Estas palabras del extraordinario polígrafo fueron escritas y pronunciadas originalmente
en catalán, esto es en lo que él mismo en aquella ocasión llamó «Lengua no forastera ni exótica,
sino española y limpia de toda mancha de bastardía»; precisamente, Señora, la lengua en que
Verdaguer en «L’Atlàntida» narró el arribo de las gentes de nuestra Península a América, y la
lengua en la que —devuelta a su prístina vitalidad de idioma literario por Verdaguer
fundacionalmente, con eco fecundador y admirativo en Rubén Darío no menos que en Juan
Ramón Jiménez— hemos podido expresarnos cuantos en la época contemporánea actuamos
movidos, no sólo por el legítimo impulso de proseguir el legado de lo que ya Dante llamó el «parlar
materno», sino, como en mi caso, por la voluntad de perpetuar la comunión poética y humanística
que en el Nápoles de la corte de Alfonso el Magnánimo se dio entre Jordi de Sant Jordi y el
Marqués de Santillana. A ambas orillas de otra mar, tal comunión enriquecedoramente ha
acercado a los poetas hispánicos e ibéricos en las diversas lenguas de este ámbito, dos de
las cuales han sido mi vehículo de expresión literaria. La que por más tiempo lo ha sido, el
catalán, se ve reconocida hoy, bajo el alto símbolo de la Corona, por primera vez en la trayectoria
de este premio, en un patrimonio, común también a Portugal y Brasil, que lúcidamente avistó
Octavio Paz al proclamar: «Nuestra cultura será siempre mutilada si olvida al portugués y al
catalán».
No ya en nombre propio, pues, únicamente, Señora, me corresponde manifestar mi gratitud,
sino en nombre de cuantos, escribiendo en catalán, compartieron o comparten conmigo esta visión
de la plural y a la vez armónica conjunción de las literaturas hispánicas e ibéricas. Dolorosamente
me es preciso recordar hoy entre ellos a mi querido y malogrado amigo Ernest Lluch. Que
precisamente en mi persona y mi escritura haya, sin duda por caso fortuito, recaído inicialmente
el reconocimiento a la lengua catalana redobla, con mi agradecimiento, mi responsabilidad.
Ni que decir tiene que tal agradecimiento y tal responsabilidad me mueven de inmediato a
volver los ojos al Jurado, en el que reconozco a varios maestros y a varios compañeros de armas
literarias, y, por otro lado, a hacer memoria, pornombrar sólo a los desaparecidos, de tres grandes
poetas que me precedieron en el galardón, a quienes admiré y con cuya amistad me honré: Joâo
Cabral de Melo, mente excepcionalmente lúcida y fundador de la modernidad; Claudio Rodríguez,
hondo y veraz, asentado como pocos en el tuétano del idioma; y José Ángel Valente, cuya reciente
pérdida tanto a todos nos aflige, y que, en castellano pero también en gallego, con rigor ejemplar
indagó en las lindes de la palabra avecinada a lo inefable.
¿Cómo nace una vocación poética? Indiscutiblemente, la motiva el deseo de expresarse y
afirmarse en la expresión, obteniendo así una particular forma de conocimiento; no menos cierto
resulta que es un afán de emulación de otros poetas lo que nos mueve a escribir, y el primero de
tales poetas, en mi caso y en el de otros muchos, fue sin duda Rubén Darío, y lo es en buena
medida todavía hoy. Andando el tiempo, con todo, puede ocurrir que los poetas no existan sólo en
las páginas de un libro, sino en su presencia humana, físicamente incorporada ya a nuestra biografía;
junto a los maestros del pasado (Rubén sin duda, pero también Rimbaud o Lautréamont, y tantos
otros) son nuestros maestros contemporáneos quienes así nos asisten, leídos primero, entrevistos
después, frecuentados muy luego: tal fue en mi vida, y nombrando aquí de nuevo sólo a poetas ya
idos, el papel de J. V. Foix, de Joan Brossa, de Cabral de Melo, de Valente, de Jaime Gil de Biedma,
por citar sólo a algunos; tal fue, muy señalada y asiduamente, durante varias décadas de modo
ininterrumpido, el papel de dos grandes poetas, maestros y amigos, a quienes nunca manifestaré
suficientemente, con mi admiración, mi agradecimiento: Vicente Aleixandre y Octavio Paz.
El tributo que debo a su memoria puede acaso aquí y ahora decirse mediante la lectura de dos
poemas recogidos en el volumen —Marea solar, marea lunar— que, en ocasión de este premio,
con tan abnegada e inteligente diligencia ha prologado Luis García Jambrina. Leeré estos dos
poemas primero en catalán y luego en la versión al español que llevé a cabo yo mismo, en época
en que tal cometido me era más hacedero que en la actualidad, acaso porque las características
de mi poesía de entonces lo permitían más que la de la poesía que he escrito luego. Se titula el
primer poema «Llum de Velintònia» («Luz de Velintonia») y va dedicado a Vicente Aleixandre, sobre
quien versó mi discurso de ingreso en la Real Academia Española, y de cuya casa y jardín, hoy
lamentablemente abandonados, es glosa. Dice así:
–
[ezcol_1half]–
Llum de Velintònia
–
A Vicente Aleixandre
–
Present en la claror suspesa, aquest jardí
és l’estança del temps.
Brolla de la tenebra
el fonament del cel deshabitat,
puixances, pulsions que germinen i esclaten
en la flora de l’aire.
És invisible el temps
com la llum del jardí: és visible el jardí
darrera els vidres, no la imatge del jardí
en la llum succesiva de temporalitat.
Però és visible un altre jardí: no un lloc real
que fou, tampoc un lloc que existeix en la ment,
no la successió dels temps en un sol lloc
sinó la permanència d’un temps intemporal.
Alzinat des d’un fons invisible, el jardí
fa visible la llum.
Si la veu anomena
la claror d’aquest arbre, si al reixat unes mans
ingressen en la llum d’un lloc levitatori,
si trepitgem el centre d’un remolí instantani,
som, sense llum ni temps, en la invisibilitat.
La paraule d’un home fa visible el real:
en la llum, podrem veure com a jardí el jardí.
–
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
–
Luz de Velintonia
–
A Vicente Aleixandre
–
Presente en la claridad suspendida, este jardín
es la estancia del tiempo.
Brota de la tiniebla
el fundamento del cielo deshabitado,
poderíos, pulsiones que germinan y estallan
en la flora del aire.
Es invisible el tiempo
como la luz del jardín: es visible el jardín
tras los cristales, no la imagen del jardín
en la luz sucesiva de temporalidad.
Pero es visible otro jardín: no un lugar real
que fue, tampoco un lugar que existe en la mente,
no la sucesión de los tiempos en un solo lugar,
sino la permanencia de un tiempo intemporal.
Erguido desde un fondo invisible, el jardín
hace visible la luz.
Si la voz nombra
la claridad de este árbol, si en la verja unas manos
ingresan en la luz de un lugar levitatorio,
si pisamos el centro de un remolino instantáneo,
estamos, sin luz ni tiempo, en la invisibilidad.
La palabra de un hombre hace existente lo real:
en la luz, podremos ver como jardín el jardín.
–
[/ezcol_1half_end]
–
–
El segundo poema, «Unitat» («Unidad»), va dedicado a Marie José y Octavio Paz, y creo
del caso hacer notar también que, junto a mi esposa, María Rosa, va dedicado a la memoria
de Octavio el libro Marea solar, marea lunar. Dice el poema:
–
[ezcol_1half]–
Unitat
–
A Marie José i Octavio Paz
–
Dictat pel capvespre,
dictat per l’aire fosc, el cercle s’obre
i hi habitem: transicions, espai
intermedi. No el lloc
de la revelació, sinó el lloc
del retrobament. El glavi
que divideix la llum.
De l’ull a la mirada,
la claror permanent, l’àmbit del sons,
la campana que clou la visió terrestre
com l’ull inexorable de la forma floral
fixa el foc d’un carbuncle. Aquest ull
¿veu al meu ull? És un mirall de flames
l’ull que ara em veu. Amb so de corrioles,
els eixos de la nit. Desarborada,
s’esfondra la foscor i, a les palpentes,
el sol coneix la nit.
–
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
–
Unidad
–
A Marie José y Octavio Paz
–
Dictado por el crepúsculo,
dictado por el aire oscuro, el círculo se abre
y habitamos en él: transiciones, espacio
intermedio. No el lugar
de la revelación, sino el lugar
del reencuentro. La espada
que divide la luz.
Del ojo a la mirada,
la claridad permanente, el ámbito de los sonidos,
la campana que clausura la visión terrestre
como el ojo inexorable de la forma floral
fija el fuego de un carbunclo. Este ojo
¿ve mi ojo? Es un espejo de llamas
el ojo que ahora me ve. Con sonido de poleas,
los ejes de la noche. Desarbolada,
se derrumba la oscuridad y, a tientas,
el sol conoce la noche.
–
[/ezcol_1half_end]
–
Señora: Entre estas paredes augustas, a Vuestra Majestad no creo haberme dirigido
ni haber leído estos poemas yo individualmente. Lo propio de la poesía, Mallarmé lo dejó
dicho, es dar un sentido más puro a las palabras de la tribu, esta vasta tribu de la humanidad
que acaso tiene en el poema un atisbo revelador de lo esencial del existir. Más que el poeta
mismo, es la lengua en que se expresa lo que por él habla; en el fondo, no otra cosa quiere
decir la primera frase de griego clásico, idioma y mundo tan cercanos a las vivencias de
Vuestra Majestad, que en mis años adolescentes aprendí a traducir: «Los poetas son los
intérpretes de los dioses». Pero me bastaría, de todos modos, con saber que he sido hoy,
de forma no enteramente infiel o insatisfactoria, intérprete del fecundador diálogo de los poetas
hispánicos e ibéricos que, con este premio, el nombre patrocinador y tutelar de Vuestra
Majestad estimula, propicia, reconoce y contribuye a extender, afianzar y propagar.
–
He dicho. –
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
0 comentarios