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minuto de silencio por Ludwika Wawrzynska
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Y tú adónde,
Ahí ya hay sólo fuego y humo.
—¡Hay cuatro niños ajenos,
voy por ellos!
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¿Pero es acaso posible
de pronto desacostumbrarse
de sí mismo,
del orden del día y de la noche,
de la nieve del próximo año,
del rubor de las manzanas,
de las penas de amor,
—del que nunca hay suficiente?
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Sin despedirse, sin ser despedida
corre a salvar a los niños,
miren, los trae en brazos,
se hunde en el fuego hasta las rodillas,
y tiene un cierto brillo en los alocados cabellos.
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Y quería comprar un billete,
irse unos días,
escribir una carta,
abrir la ventana después de la tormenta,
recorrer un sendero en el bosque,
no cansarse de admirar las hormigas,
ver cómo el lago
se entorna por el viento.
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Un minuto de silencio por los muertos
dura a veces hasta entrada la noche.
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Soy un testigo ocular
del vuelo de las nubes y los pájaros,
oigo cómo crece la hierba
y sé darle nombre,
he leído millones
de signos impresos,
y con el telescopio he pasado
por excéntricas estrellas,
pero nadie hasta el momento
me ha llamado en su ayuda,
¿y si me pesa
la hoja, el vestido, el poema?…
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Nos conocemos a nosotros mismos
en la medida en que nos ponen a prueba.
Se lo digo a ustedes
desde mi ignorado corazón.
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Wislawa Szymborska
Poesía no completa
Llamando al Yeti, 1957
Edición y traducción de
Gerardo Beltrán, Abel A. Murcia
2ª edición
FCE, México, 2008
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