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LIBRO DE LOS VENENOS
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Corrupción y fábula del Libro Sexto
de Pedacio Dioscórides y Andrés de Laguna,
acerca de los venenos mortíferos
y de las fieras que arrojan de sí ponzoña
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de la liebre marina
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Los que bebieron substancia de la liebre marina sienten en el gusto sabor de peces hediondos
y después, con el tiempo, les duele el vientre y se les retiene la orina, la cual, si se evacua, suele
salir purpúrea. Además, se cubren de sudor y echan por vómito cólera, mezclada algunas veces
con sangre. A éstos conviene dar leche de borrica y un cocimiento de raíces del ciclamino, o una
dracena de eléboro negro, o licor de escamonea. Tiene también eficacia la cedria deshecha en vino
y la sangre de ganso bebida caliente. Teniendo los atosigados capital odio a todos los otros peces,
comen de buena gana los cangrejos de río majados con vino, de suerte que, si los digieren, se
convienen en soberano remedio.
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El ciclamino es la artemisa. Cedria es el licor del cedro; cierra las llagas que se forman en el canal de
la verga y templa el ardor de la orina; limpia la sarna de los perros y bueyes y extermina las garrapatas;
con unto de ciervo, aleja a las serpientes; con mirra, mantiene frescos los cuerpos difuntos y, en esto,
aventaja a la mumia, que se hacía fermentando betún durante tres días en el vientre de algunos muertos
ahorcados o pobres.
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La ponzoña de la liebre marina engendra por todo el cuerpo amarillez, más hinchazón en el rostro y tal
angostura de los instrumentos de la respiración que pocos escapan sin hacerse perfectos tísicos. Así que
ofendiendo particularmente al pulmón la liebre marina, la leche de borrica y la de la mujer, mamada de
los pezones, son remedios solemnes. También la carne asada de la raposa.
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La liebre marina daría en la figura del calamar si no fuese por la cabeza, que se inclina a la terrestre y de
ahí su hombre; no hay hueso ni espina en ella. Se ha visto, en la desembocadura del Nilo, que la hembra
preñada vomita una piedra verde que lleva consigo en el estómago, y esta piedra, si la toca una mujer
también preñada, la hace malparir. Pero la preñez de este animal ha de entenderse ovípara y exterior,
pegada a las ingles en sartas que raramente se logran, ya que, sucia y cruel, las come la propia madre.
Dicen algunos que su carne es transparente, que causa vómito a quien la mira y que, comida de un varón,
no se librará éste de su hedor hasta la muerte. Una sola bondad tiene: puesto su cuerpo seis días al sereno
y majado con ortigas, libra de pelos el cuero de las vírgenes.
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1ª edición en La Biblioteca Sumergida, 1995
Antonio Gamoneda, 1995
Ediciones Siruela. S. A., 1995, 1997
Madrid Spain
Esta obra ha sido publicada con la Ayuda
de la Dirección General del Libro.
Archivos y Bibliotecas, del Ministerio de Cultura
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