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THE CANTOS OF EZRA POUND
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Collected editIon (Cantos I 84)
First publIshed in I954
Second ImpressIon I957
New Collected edition (Cantos I 109)
published in I964
Second impression I968
Revised Collected edition (Cantos I 117 )
published in 1975
by Faber & Faber Limited
London
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A DRAFT OF XXX CANTOS (1930)
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III
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Me senté en los escalones de la Dogana
porque las góndolas estaban caras, ese año,
y no había de “esas minas”, sólo había una cara,
y el Buccentoro a unos veinte metros, gritando “Stretti”,
las vigas iluminadas, ese año, en el Morosini,
y los pavos reales en la casa de Core, o al menos deberían.
Flotan dioses en el aire azur,
dioses brillantes y toscanos, de vuelta antes que el rocío se derrame.
Luz: y la primera luz, antes de que el mínimo rocío haya caído.
Paniscos, y de los robles, dríadas,
y de los manzaneros, melíades,
por todo el bosque y las hojas, lleno de voces,
un susurro, y las nubes combadas sobre el lago,
y hay dioses sobre ellas,
y en el agua, los almendrados nadadores blancos,
el agua plateada esmalta el pezón duro,
como Poggio lo remarcó.
Venas verdes en el turquesa,
o, las escaleras grises que trepan bajo los cedros.
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Mío Cid por Burgos entróve,
hasta la puorta tachonada entre dos torres,
golpeó con el traste de su lanza, y una niña salió,
una niña de neuf años,
a ojo se parava sobre la puorta, entre dos torres,
leyó estonz el decreto, voce tinnula:
Non omne fablar osare, alimentar, ayudar a Roy Díaz,
so penna de tener el coraçon uera, clavadno en la pirca,
e aun demás los ojos fuera de las caras, e perdieres averes e casas,
“E hi, Mío Cid, esta es la seellada,
seellada fiertemiente la carta”
Y se fue por Bívar, Mío Cid,
sin halcones en las varas,
e sin ropas en las alforjas,
y dexo sus arcas con Raquel y Vidas,
grand caxas de arena, con los prestamistas,
para pagar sus omnes de armas,
e hizo camino hacia Valencia.
Ignez da Castro asesinada, y acá
una pared ruinosa, y acá fecha para mantenerse.
Sombrío desperdicio, pigmentos que se descascaran de la piedra,
o escamas de yeso, Mantegna pintó la pared.
Andrajos de seda, “Nec Spe Nec Meto.”
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Versión de Matías Heer
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III
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Sentado en los escalones de la Dogana,
porque las góndolas costaban demasiado, aquel año,
y no había «esas chicas», había un rostro,
y el Buccentoro a veinte yardas, berreando stretti,
y las vigas en luz, aquel año, de los Morosini,
y pavos reales en casa de Koré, o pudo haberlos.
Dioses flotan en el azur,
dioses radiantes y toscanos, vueltos antes que se derramase rocío.
Luz: y la primera luz, antes aún que cayera rocío.
Paniscos, y desde el roble, dríades,
y del manzano, mélidas,
por el bosque entero, y las hojas plenas de voces,
en susurro, y las nubes inclinadas al lago,
y hay dioses sobre ellas,
y en el agua nadadoras de blanca almendra,
el agua de plata vidria el pezón alzado,
como Poggio observara.
Verdes venas por la turquesa,
o escalones grises que ascienden bajo cerezos.
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Mio Cid cabalgó hasta Burgos,
hasta la tachonada puerta entre dos torres,
golpeó con su lanza, y una niña salió,
una niña de nueve años,
a la pequeña galería sobre el puente, entre las torres,
leyendo el mandato, voce tinnula:
Nadie hable, alimente o acoja a Ruy Díaz,
bajo pena de arrancar su corazón, ensartarlo en una pica,
y perder sus haberes, y los ojos de su cara,
«Y aquí, Mio Cid, están los sellos,
el gran sello y la carta».
Y él vino desde Bivar, Mio Cid,
sin dejar halcones en sus alcándaras,
ni mantos en sus alacenas,
y dejó su cofre con Raquel y Vidas,
su cajón lleno de arena, con los prestamistas,
por pagar su mesnada:
abriéndose camino hasta Valencia,
Inés de Castro asesinada, y un muro
allí derribado, aquí dejado en pie.
Desolados restos, escamas del pigmento en la roca,
escamas de yeso, Mantegna pintó el muro.
Seda en jirones, «Nec Spe Nec Metu».
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Traducción de Fruela Fernández
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