Marosa di Giorgio

MISALES

Relatos eróticos

1a ed.

Buenos Aires

El Cuenco de Plata, 2005

misal de Bini

Bini.

Oyó en profundidad su nombre. Hacía tiempo que es­taba dormida arriba del cabello,

los senos algo esparcidos, una pierna lacia, la otra, levantada y en ángulo, con el pie

en el piso. En su hendija femenina ardía cereza.

El nidal sobre el que estaba durmiendo era de muérda­go, pluma y otra cosa.

Con los ojos cerrados, dormida, veía perfectamente todo lo que pasaba. La luna salió.

De golpe, en una frac­ción de segundo, entera, y quedó ahí, sin ascender. Era redonda,

oval, rojísima, opaca y a la vez ardiente. De­lante de ella los troncos negros.

La luna no se movió, quedó entera, fija, roja, a ras de tierra; con los troncos delante.

-Bini, va a tener una boda, Bini, señora Bini, señora.

-No, no, yo no; mi madre no lo quiere, no lo querría. No, no.

Mi madre no lo querría, no, no -dijo Bini siempre en sueños.

Nacieron unos hongos, de cabeza grande, con manchas blancas y motas negras.

Uno nacía entre las piernas de Bini.

Lejos, lejísimos, en el lugar más lejano, más allá de todo, más allá del mundo, más allá

de todo lo que había, sonaba ya el Bolero (el de Ravel). Pero, apenas, apenas, como

si fuera sólo su dibujo.

La seta que había nacido adentro de Bini, empezó a danzar al ritmo de aquella música

remotísima. Hasta que pudo formar un pescuezo grueso, largo y húmedo; y acu­dió a Bini,

a su opertura con vello guinda.

Hizo allí el bisbiseo, siguiendo el ritmo, la música; la seguía a la perfección, en todo su

ritual empecinamiento. Pasó con un pop… pop… la puerta de Bini, (Bini hizo Ah…! ¡Oh…)

entró, salió, varias veces; dejó adentro todas las es­poras.

Bini abrió los ojos de golpe y por un instante (siempre sin despertar). Y vio lo mismo.

La luna, tan roja, en el piso, los troncos, y ahora, esta seta accionando y accionando.

Bini en sueños se dolía mucho. Porque el hongo entra­ba, salía, entraba, salía.

Hasta que, remotamente, la música paró.

El hongo se retiró entonces. Quedó en su sitio. Pero mirando hacia el lugar donde había

estado. Con unas ga­nas locas de volver a estar.


 

 

 

 

 

 

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