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testamento
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Hijas mías, este
es el sueño decisivo de papá. Pidan silencio.
El ruido del mundo ya es bastante
para su edad y su juicio. Que su resto de luz
cese con dignidad. Su corazón bombea
pesadamente. La realidad se atasca
en las arterias del cerebro. El está
clínicamente terminado, el ser
universal y privado huye de sus ojos.
Una tregua en la música; lo demás
corre por su cuenta y muere solo. Había
cosas cotidianas gastadas
en un rincón de la memoria, sueños, rumores en un
parque,
alguna persistente melodía que una vez abarcó
un largo fragmento de vida y fue un destello
de eternidad. Ustedes sospechan
íntimas cobardías y era cierto. Y el temor a la noche,
las culpas secretas y la pérdida de todo significado
para encarar sus fracasos. Y era cierto también
las rosas ocupadas detrás de su frente, trabajos,
conocimiento,
el porvenir de la poesía y el amor
que lo mantuvo de pie y lo recreaba. Ahora
disculpen su yacencia impolítica, la buena fe
de su triste indiferencia. Libre
de toda emoción continua
papá es una cosa pálida y ajena
que conviene despedir rápidamente,
con que, adiós y mucho gusto
de haberlas conocido.
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