Gaius Petronius Satiricon Liber (XLVIII)

 

Latín

 

 

«Rogo, inquit, Agamemnon mihi carissime, numquid duodecim aerumnas Herculis tenes, aut de Vlixe fabulam,

quemadmodum illi Cyclops pollicem poricino extorsit? Solebam haec ego puer apud Homerum legere.

Nam Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis vidi in ampulla pendere, et cum illi pueri dicerent: «Sibilla, ti thelis?»,

respondebat illa: «apothanin thelo».

 

Español

 

Cayo Petronio, Satiricón (Capítulo 48)

 

«Ruega mi querido Agamenón, se acordarán ustedes de los doce trabajos de Hércules, o de la historia de Ulises.

Cómo los cíclopes le dislocaron el pulgar, después de convertirlo en cerdo. Acostumbraba leer esos cuentos

en Homero, cuando era un muchacho.

¡Y la sibila! La vi en Cuma con mis propios ojos colgada en una botella, y cuando los niños le gritaban,

‘Sibila, ¿que es lo que deseas?’ ella contestaba, ‘Deseo morir,’ — ambos hablando en griego.»

 

Otra versión:

 

«Dime, te ruego, mi queridísimo Agamenón, ¿recuerdas, por ventura, los doce trabajos de Hércules,

o la leyenda de Ulises: cómo el cíclope descendiente de Forcis le torció el dedo pulgar?

De niño yo solía leer estas cosas en Homero.

En cuanto a la Sibila, yo la vi con mis propios ojos en Cumas, colgada dentro de una botella.

Cuando los niños le preguntaban: «¿Qué quieres, Sibila?», ella respondía: «Quiero morir»»

 

 

Ovidio narró la historia de la Sibila de Cumas en sus Metamorfosis.

Las sibilas eran las sacerdotisas que transmitían los oráculos o respuestas de los dioses, particularmente de Apolo.

En Grecia la sibila más conocida era la también llamada pitonisa del templo de Apolo en Delfos, en tanto que en el

mundo latino la más famosa era la Sibila de Cumas, antigua ciudad que fue construida en el mismo lugar donde los

griegos establecieron su primera colonia en Italia.

La Sibila de Cumas fue quien condujo a Eneas en su viaje a las profundidades del Infierno, cuando el príncipe troyano

sobreviviente de la guerra y la destrucción de Troya llegó a Italia para establecer los cimientos de la civilización romana.

Antes de ser sacerdotisa, la Sibila de Cumas era una joven hermosísima de la cual se enamoró Apolo: “el dios Apolo en

vano la requirió de amores hasta que le prometió concederle el deseo que ella pidiera; tendida en la playa, la doncella

tomó un puñado de arena y le rogó vivir tantos años cuantos granos de arena le mostraba en la mano.

Mil años cupieron en el puño de la virgen de Cumas. Emocionada por la promesa del dios, olvidó, sin embargo, pedirle a

Apolo la juventud para los mil años de vida.

Setecientos años después Eneas la encontró, según relata Ovidio, y confesó melancólica, dulcemente, que aún le faltaban

vivir tres siglos más, que se tornaría cada vez más pequeña, tanto que nadie la reconocería, ni siquiera el dios que llegó a

amarla, y que solo por la voz sería escuchada, que la voz le dejarían los hados”.

El final de su historia la leemos en el Satiricón de Petronio, cuando Trimalción afirma haberla visto ya muy empequeñecida

por la vejez; se hallaba dentro de una botellita que colgaba; los niños se acercaban a jugar con ella y le preguntaban

“¿Qué quieres?”, y ella respondía: “Quiero morir”.

 

 

La sibila de Cumas, según la leyenda, fue una mujer llamada Amalthaea que se escondía en una cueva en los Campos

Flegrei (Nápoles). Ella había sido joven y hermosa, lo suficiente como para atraer la atención del dios Apolo, quien le ofreció

un deseo a cambio de su virginidad. Tomando de su mano un montón de polvo, Amalthaea pidió un año de vida por cada

grano, pero por des-gracia olvidó pedirle también la eterna juventud. A medida que iba envejeciendo, fue encogiéndose y

resecándose hasta parecer una cigarra, entonces la metieron en una pequeña jaula que colgaron en el templo de Apolo

en Cumas. Virgilio la representa escribiendo el futuro en las hojas de roble que había en la entrada de su cueva, esta

cueva ocultaba una entrada al inframundo.

Virgilio describe el antro de la sibila de Cumas y la convierte en la guía de Eneas en su descenso al Hades (Eneida, III y VI).

El culto de Apolo era nigromántico, dedicado a los difuntos y al otro mundo. En el sexto libro de la Eneida, de Virgilio, la sibila

de Cumas aparece como guía al más allá. Eneas, el héroe troyano, acude en consulta a su santuario, “una caverna enorme y

oscura” situada bajo el templo de Apolo. Ella le entrega la Rama Dorada, credencial mágica para el más allá, y luego les guía,

a él y a sus hombres, a las puertas del mismo, en el lago Averno.

 

También se menciona en la Metamorfosis de Ovidio (XIV):

Cuando éstas hubo preterido y a la diestra de Parténope las murallas abandonó, por la izquierda parte del canoro Eólida en el túmulo

y, lugares preñados de palustres ovas, en los litorales de Cumas y en las cuevas de la vivaz Sibila entra y que a los manes paternos

él acuda a través de los Avernos, le ruega. Mas ella su rostro, largo tiempo en la tierra demorado, erigió, y, al fin, delirante del dios

por ella recibido: “Grandes cosas pretendes”, dijo, “varón por tus hechos el más grande, cuya diestra a través del hierro, su piedad a

través de los fuegos se han contemplado. Deja aun así, Troyano, el miedo: dueño serás de tus pretensiones y las Elisias moradas y

los reinos postreros del mundo conmigo de guía conocerás y las efigies amadas de tu padre. Inviable para la virtud ninguna vía hay”,

dijo y fulgente de oro una rama en el bosque de la Averna Juno le mostró y le ordenó desgajarla de su tronco.

 

También, Petronio, en el Satiricón presenta a la sibila convertida en juguete de unos niños que le preguntan: “Sibila, sibila ¿qué quieres?”.

Ella responde: “Quiero morir…”

 

 

 

 

El borrador de la primera página de The Waste Land llevaba de epígrafe un trozo de El corazón en las tinieblas de Conrad;

su contenido era muy oportuno; sin embargo, Pound duda del aval de su firma: «Dudo que Conrad tenga peso suficiente para sostener

el epígrafe.» Eliot, confundido, pide mayores explicaciones: «¿Quieres decir que no use el fragmento de Conrad o simplemente que no

le agregue al mismo la firma de Conrad? Es, por lejos, lo mejor y lo más elucidativo que pude encontrar.»

Pound, incómodo, responde que haga lo que le plazca: «¿Quién soy yo para darle de mala gana a Conrad su corona de laureles?».

Entonces, Eliot entiende perfectamente y quita a Conrad, al que aún le faltaban un par de años para entrar a la inmortalidad,

reemplazándolo por el bronce de Petronio. La elección cae sobre un fragmento bilingüe del Satiricón:

«Nam Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis vidi in ampulla pendere, et cum illi pueri dicerent:

«Sibilla, ti thelis?», respondebat illa: «apothanin thelo».

[«Pues una vez, vi con mis propios ojos a Sibila de Cumas colgada en una jaula, y cuando los niños le dijeron: ‘Sibila, ¿qué quieres?’,

ella respondía: ‘Quiero morir.’ «]

 

 

 

The Waste Land

 

T.S. Eliot

 

«Nam Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis vidi in ampulla pendere,

et cum illi pueri dicerent: Σίβυλλα τί θέλεις ; respondebat illa: άποθαγειγ θέλω.»

 

For Ezra Pound: il miglior fabbro

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

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