–
–
–
–
–
–
–
Frederick Carl Frieseke – Nude in dappled sunlight -1915
–
–
Más que la moteada luz del sol que ilumina a esta hermosa muchacha, parece que
haya nevado sobre ella una nieve rara –la nieve tiene los ojos verdes, dijo el poeta-.
Tendida sobre un mullido lecho de hojas secas, apartada del tiempo y sus crueldades,
tal vez en estado de gracia y femenina por los colores del sol o de la nieve, quizá
piense en unas frescas matitas de verdura, o en los revulús de las mariposas, o en el
oscuro cerebro de la vida que sangra infinitamente como un infinito hilo rojo.
Tiene la mirada de sueño, entredormida, entredespierta, y las manos y las piernas y
los brazos, también entredormidos, se mueven torpemente, con escasa voluntad, débiles
y tropezones. Tiene la piel nevada de luz, moteada de colores, como la harina de una
pastelería.
Mientras ella sueña y ensueña, su alma, quizá para no aburrirse o para no perder la
paciencia, espera el tiempo alto del riesgo y de la aventura, aguarda el olor del viento sucio
y oxidado, y los golpes del amor contra la materia cruda de otro paisaje, o de otro universo,
o de otra carne.
Uno, merodeando, aprecia sobre todo el contrate, el cambio, el paso de la luz a la sombra
que se da en sus piernas bonitas, porque viene a ser que en su vientre es de día y en los
muslos va cayendo la tarde, y el anochecer de los pies se come los colores.
Hay que retener las cosas en el mismo momento en el que cruzan de la luz a la sombra,
antes de que golpeen las flores, y hay que retenerlas como si se fueran a ahogar.
–
–
–
–
–
–
–
–
–
0 comentarios