[ezcol_1half]
esa mosca
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] Gruesa y peluda, prisionera de la familia,
zumbaba circularmente en la habitación.
Un asunto a resolver. Una pizca de sangre encolerizada,
un sistema de nervios perplejos buscando
una grieta a la monotonía, probando
contra un universo sin salida
la esperanza de toda materia viviente.
Pero a mis oídos sonaba
como un crimen conjetural. Esa mosca.
Porque hubiera bastado
traerla hacia un orden distinto
y convertir en verdugo
su velocidad impersonal e impolítica:
un dardo en picada contra las venas humanas.
Entonces habría creado, con justicia o sin ella,
una segunda naturaleza muerta
a cambio de libre movimiento limitado.
[/ezcol_1half_end]
0 comentarios