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vicente aleixandre

 

la destrucción o el amor

 

las águilas

 

 

 

 

El mundo encierra la verdad de la vida,

aunque la sangre mienta melancólicamente

cuando como mar sereno en la tarde

siente arriba el batir de las águilas libres.

 

Las plumas de metal,

las garras poderosas,

ese afán del amor o la muerte,

ese deseo de beber en los ojos con un pico de hierro,

de poder al fin besar lo exterior de la tierra,

vuela como el deseo,

como las nubes que a nada se oponen,

como el azul radiante, corazón ya de afuera

en que la libertad se ha abierto para el mundo.

 

Las águilas serenas

no serán nunca esquifes,

no serán sueño o pájaro,

no serán caja donde olvidar lo triste,

donde tener guardado esmeraldas u ópalos.

 

El sol que cuaja en las pupilas,

que a las pupilas mira libremente,

es ave inmarcesible, vencedor de los pechos

donde hundir su furor contra un cuerpo amarrado.

Las violentas alas

que azotan rostros como eclipses,

que parten venas de zafiro muerto,

que seccionan la sangre coagulada,

rompen el viento en mil pedazos,

mármol o espacio impenetrable

donde una mano muerta detenida

es el claror que en la noche fulgura.

 

Águilas como abismos,

como montes altísimos,

derriban majestades, troncos polvorientos,

esa verde hiedra que en los muslos

finge la lengua vegetal casi viva.

 

Se aproxima el momento en que la dicha consista

en desvestir de piel a los cuerpos humanos,

en que el celeste ojo victorioso

vea sólo a la tierra como sangre que gira

 

Águilas de metal sonorísimo,

arpas furiosas con su voz casi humana,

cantan la ira de amar los corazones,

amarlos con las garras estrujando su muerte.

 

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