mark strand
the continuous life, 1990
traducción de jordi doce
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la historia de la poesía
Nuestros maestros se han ido y si regresaran
¿quién de entre nosotros les oiría, quién reconocería
el sonido corporal del cielo o el celestial sonido
del cuerpo, interminable y cada vez más tenue, que afinaba
nuestros días antes que las estrellas giratorias
fueran despojadas de su poder? La respuesta es
ninguno de los que estamos aquí. ¿Y qué sentido tiene ver
las montañas veladas por la luna y la ciudad con sus puertas silenciosas
y sus torres de agua, y sentirnos con ganas de alzar
un poco la voz, o si a veces, hacia el final del otoño,
cuando el atardecer florece un instante sobre la cordillera del oeste
y nos parece que los ángeles bajan con prisa los peldaños fríos del aire
para desearnos lo mejor, hemos perdido la voluntad
y no hacemos más que dormitar, oyendo a medias los suspiros
de una brisa cualquiera flotar sin rumbo sobre las granjas arruinadas
y los jardines echados a perder? Últimamente, cuando despertamos,
todo brilla con la misma luz azul
que nos llenaba momentos antes al dormir,
así que no hacemos nada salvo contar los árboles, las nubes,
los pocos pájaros que quedan; entonces decidimos que no deberíamos
ser tan severos con nosotros mismos, que el pasado no era mejor
que ahora, pues ¿no ha habido siempre un enemigo
y no estaba ya en ruinas la iglesia del mundo?
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the History of Poetry
Our masters are gone and if they returned
Who among us would hear them, who would know
The bodily sound of heaven of the heavenly sound
Of the body, endless and vanishing, that tuned
Our days before the wheeling stars
Were stripped of power? The answer is
None of us here. And what does it mean if we see
The moon-glazed mountains and the town with its silent doors
And water towers, and feel like raising our voices
Just a little, or sometimes during late autumn
When the evening flowers a moment over the western range
And we imagine angels rushing down the air’s cold steps
To wish us well, if we have lost our will,
And do nothing but doze, half hearing the sighs
Of this or that breeze drift aimlessly over the failed farms
And wasted gardens? These days when we waken.
Everything shines with the same blue light
That filled our sleep moments before,
So we do nothing but count the trees, the clouds,
The few birds left; then we decide that we shouldn’t
Be hard on ourselves, that the past was no better
Than now, for hasn’t the enemy always existed,
And wasn’t the church of the world always in ruins?
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