clarice lispector
revelación de un mundo
a descoberta do mundo
traducción: Amalia Sato
Adriana Hidalgo editora
octubre de 2005
Buenos Aires
facilidad repentina
El bienestar.
Es una cosa muy extraña: la comida es buena, el corazón simple, encuentro a un chico
jugando a la pelota en la calle, y le digo: no quiero que tires la pelota para donde yo estoy,
y él contesta: voy a tener cuidado.
Fui a ver una película, no entendí nada, pero sentí todo.
¿Voy a verla de nuevo? No sé, puedo otra vez no estar con bienestar, no quiero arriesgarme,
puedo de pronto entender y no sentir.
Y había una amiga.
Ella tenía celos.
Y no lo soporté: sus celos demandaban. Entonces hablé claro: le dije que podía estar
arruinando una amistad que podía durar la vida entera. Sufrió y, por amistad pura, decidió
privarse de mí.
Después me dijo que la amistad verdadera sabe privarse, pero yo no había desistido.
Y un día le telefoneé de nuevo. Mientras, nosotras “trabajábamos” en el peligro de la amistad
rota.
Nos vimos.
Y ahora está mucho, mucho mejor. Somos llanas. Ella dice que soy graciosa.
Lo acepto: a veces me parece que soy demasiado espontánea y eso me vuelve graciosa.
En casa la cocinera hizo canjica.
Mi amiga es loca por este plato. Vino a casa, la canjica le pareció rica, y sencillamente se
sirvió de nuevo.
Y están los hijos. Bienestar con los hijos. Franqueza, amor natural. Y hubo una gran amiga
que pasó el fin de semana afuera.
La extrañé, pero con bienestar me complacía que ella descansara.
Y hubo un viejo amigo a quien quise pedirle trabajo.
Él estaba en Brasilia. Cuando le telefoneé, hablé con quien debía de ser su padre. Di mi
nombre. Y el padre sintió alegría al oír mi nombre. También yo aceptando mi nombre, en esa
onda de alegría calma, yo que encontraba mi nombre extraño y tartamudeaba al pronunciarlo.
Y estoy aceptando despenarme de madrugada y calentarme un café.
El café casi me quemó la boca. Lo acepté.
Y yo, que raramente hago visitas, decidí visitar de sorpresa a una amiga. Sólo que antes
fui a un bar a tomar un cóctel de caju, yo que no bebo y que cuando bebo, lo hago mal:
bebo demasiado de prisa, se me sube a la cabeza, me da sueño.
Me encontré con varias personas en la casa que visité. La madre de mi amiga estaba muy linda.
¿Ven ustedes qué a gusto estoy escribiendo? Sin mucho sentido, pero a gusto.
¿Qué importa el sentido? El sentido soy yo.
Y mi hijo menor está yendo a fiestitas. No quiere contarme lo que pasa en las fiestitas.
Y yo lo acepto.
He hablado mucho de dinero porque lo necesito.
Pero taxi tomo como sea. Y converso con el chofer. A ellos les gusta.
Me encontré con uno que tenía nueve hijos: me pareció una barbaridad.
Y después, sin el menor pudor, estoy como linda: es por el bienestar.
facilidade repentina
O bem-estar.
É uma coisa muito estranha: a comida é boa, o coração é simples, encontro um menino
na rua jogando bola, eu lhe digo: não quero que você brinque com a bola em cima de
mim, ele responde: vou tomar cuidado.
Fui ver um filme, não entendi nada, mas senti tudo. Vou vê-lo de novo? Não sei, posso
dessa vez não estar em bem-estar, não quero arriscar, posso de repente entender e não
sentir.
E houve a amiga. Ela estava com ciúmes. E não suportei bem: o ciúme dela exigia. Então
falei claro: disse-lhe que ela podia estar estragando uma amizade que poderia durar a vida
inteira.
Ela sofreu e, por amizade pura, resolveu desistir de mim.
Depois me disse que a amizade verdadeira sabe desistir. Mas eu não desistira.
E houve um dia que telefonei de novo para ela.
Enquanto isso, nós “trabalhávamos” no perigo da amizade desfeita. Nós nos vimos. E agora está
muito, muito melhor.
Estamos simples. Ela diz que eu sou engraçada. Suporto bem: parece que às vezes sou
espontânea demais e isso me torna engraçada. Em casa a cozinheira fez canjica. Minha
amiga é doida por canjica.
Ela veio em casa, achou a canjica boa, e simplesmente repetiu. E há os filhos. Bem-estar com
os filhos. Franqueza, amor natural. E houve uma grande amiga que passou o fim de semana
fora. Senti falta dela, mas com bem-estar: agradava-me que ela descansasse.
E houve um velho amigo a quem pretendi pedir emprego. Ele estava em Brasília. Quando
telefonei-lhe, falei com quem devia ser o seu pai. Disse meu nome. E o pai teve alegria ao ouvir
meu nome. Também eu estou aceitando meu nome, nessa onda de alegria calma, eu que achava
meu nome estranho e gaguejava ao pronunciá-lo.
E estou aceitando acordar de madrugada e esquentar café para mim. O café quase queimou
minha boca. Aceitei.
E eu, que raramente faço visitas, resolvi de surpresa visitar uma amiga. Só que antes fui tomar
num bar uma batida de caju, eu que não bebo e quando bebo, bebo mal: bebo depressa
demais, sobe à cabeça, me dá sono.
Encontrei várias pessoas na casa que visitei.
A mãe de minha amiga estava muito bonita. Vocês veem como estou escrevendo à vontade?
Sem muito sentido, mas à vontade. Que importa o sentido? O sentido sou eu.
E meu menino menor está indo a festinhas. Não quer me contar o que acontece nas festinhas.
E eu aceito.
Tenho falado muito em dinheiro porque estou precisando dele.
Mas táxi eu tomo de qualquer jeito. E converso com o chofer. Ele gosta também.
Encontrei um que tinha nove filhos: achei demais.
E depois ando meio bonita, sem o menor pudor: vem do bem-estar.
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