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Nada se oye
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The abandoned ruins of the dreams I left behind.
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De una canción popular inglesa.
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Estuve sola
a través de los tiempos y los grupos
dorados del otoño, a través de la sombra
del árbol en el agua
inquieta o dura, y más y más allá?
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¿Fui o fuimos hablando entre la niebla
que fingía triunfantes
contornos a mi lado: un rostro puro
muy extraño en su noche, con los signos
de un idioma remoto en su frente, en su boca?
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¿Yo le hablaba a la niebla y a la sombra
o es que alguien me oía?
¿Oía alguien?
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La respuesta, ¿era una voz o el viento?
Era una voz ¿o el agua
salvaje de ese río cruel y poderoso
que el amor no conoce?
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Nada se oye.
En la casa vacía, las preguntas ─los pájaros─
se estrellan, silenciosas, contra el muro
y una muy tierna gota de sangre sustituye
a la huella del ala en el cemento.
Un instante fue el roce y destruidas
una a una se ocultan
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El silencio, ¿no es mucho para cada criatura?
La eternidad es sólo un peligro invisible
porque las roncas voces de la montaña clama
por los cuerpos perdidos que hablaron a las sombras.
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Nada se oye.
Pero entonces, ¿me oía?
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El silencio es como una eternidad sin fondo,
sin principio: una espalda
a la vida, a los hombres.
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Para después no quiero contestación ninguna.
Es aquí donde tuve la urgencia de saberlo.
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Oh sí, ya nada se oye.
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Pero entonces, ¿me oía?
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Julia Uceda
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Nada se oye
De Poemas de Cherry lane, 1968
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