jorge boccanera

 

bestias en un hotel de paso

 

 

 

voces de la cieganoche

 

 

 

 

Silvia Plath lava una taza, seca una taza, rompe una taza

 

 

 

Qué cabeza la mía,

dejé una frase suelta y una rosa en el horno.

Cotidianos trajines, calores, taquicardia,

y un almohadón de plumas

con un lápiz labial justo en el centro.

 

Qué cabeza la mía.

Yo buscaba algún parque y encontré en un mal sueño

una torta partida por un rayo.

La sala está revuelta.

El miedo de un venado no cabe en este horno,

por eso huele así toda la casa.

 

Pero a quién se le ocurre

dibujar una piedra y tropezar dos veces,

llenar un cenicero con los puntos y comas

de alguna carta antigua.

¿Hubo un Adán violento? ¿Hubo un amor-halcón

“de una vez para siempre”?

 

Qué cabeza la mía,

guardar los zapatones en un charco

y aceptar ese baile sabiendo que me espera

una puerta cerrada tras la puerta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

§

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

radiografía

 

Algo que ahora sé, no tendría que haber ocurrido.

 

 

oficio

 

Algunos de mis amigos se hartan de lo mismo;
y ellos no escriben poemas.

 

balconcillos 19

 

Hay suficiente belleza en estar aquí y no en otra parte.