roger-pol droit
experiencias de [poesía] cotidiana
representarse amontonamientos
de órganos
DURACIÓN: de 30 a 40 minutos
MATERIAL: láminas anatómicas (optativo)
EFECTO: despiadado
El principio es sencillo. Una mano animada, sobre un cuerpo
humano, no tiene nada de angustiante. Usted ni siquiera la
nota. O bien, si algo en ella atrae su atención (su finura, su
sutileza o, por el contrario, su aspecto regordete, cuadrado,
demasiado corto), lo hace de una manera significativa, vital,
portadora de inmediatas asociaciones de ideas.
Por el contrario, una mano inerte, separada del cuerpo, aislada,
primero lo dejará pasmado. Aunque no sea una mano famosa
sino simplemente un molde de yeso (la mano de Voltaire, la de
Chopin, etcétera), el efecto puede ser apabullante.
Así ocurría con los hombres de Sajalin, que arrojaban la mano
cortada de uno de ellos en los cargamentos que partían, para
decir al mundo que existían.
El efecto es muy distinto, y mucho peor, cuando las manos
amontonadas (imagine simplemente, aunque sea, manos de
yeso, cartón o madera) están puestas unas sobre otras como
un montón de objetos. Cuando las partes de cuerpos
humanos, todos de un mismo tipo, están amontonados en
desorden, como objetos desprovistos de función, pedazos sin
identidad, el malestar que se experimenta es muy particular.
Nada que ver con las tablas de carnicero. Usted puede atra-
vesar grandes mercados de carne con asco y una repentina lasitud.
Pero la monótona exhibición de las carnes muertas le parecerá
sensata. Sabrá que es usual.
Cuando se imagina manos apiladas, o un montón de brazos,
o una colección de pies, no sabe qué hacer con esa representación.
Porque cada mano o cada pie requiere un cuerpo, reclama ser
relacionado con un miembro, reinstalado en un conjunto.
Y también porque el mismo montón los inmoviliza de otra ma-
nera distinta. A la soledad absurda del órgano añade otro
horror: el de estar tomados en una multitud insensata de aban-
donos similares. Nadie puede hacer nada con esa similitud.
En efecto, puede comprenderse que tuercas semejantes estén
ordenadas juntas, así como cualquier categoría de objetos. No
existe motivo humano comprensible para amontonar órganos
humanos.
En vez de contemplar realmente tales imágenes, usted pue-
de dedicarse a fantasearlas. Imagínese que aquí, justo frente a
usted, se amontonan piernas, alrededor de un centenar, nada
más que piernas aisladas, de diversos colores de piel, de distin-
tas edades, algunas llenas y redondas y otras arrugadas, peque-
ñas y gordas, con várices, peludas y depiladas, lívidas y rojizas,
azuladas y sanguinolentas, orientadas poco más o menos en
todos los sentidos.
Fíjese en los dedos gordos separados o en aquellos encimados,
en las uñas rotas, en las venas en los tobillos, en las rodillas que
sobresalen o que se esfuman.
Puede repetir esta experiencia solamente con dedos, hombros,
senos. Puede tratar de proseguirla con corazones, pulmones,
hígados, pero el resultado, aunque posiblemente más repulsivo,
es menos inquietante que imaginar cabezas, rostros descompuestos,
ojos cerrados o abiertos, labios azules, cabellos en su mayoría
pegados.
Hasta puede concebir un mundo donde la humanidad, en vez de
sobrevivir normalmente, habría sido descuartizada y ordenada
en montones, de encrucijada en encrucijada, señalando, las pilas
de órganos acumulados en el borde de las rutas, el triunfo de un
orden nuevo.
Para PESSIA,
como recuerdo de mañana
Roger-Pol Droit
Experiencias de [poesía] cotidiana
Traducción de Victor Goldstein
Fondo de Cultura Económica
Argentina 2001
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