jorge boccanera

 

ojos de la palabra

 

 

mediaIsla editores

colección Luz oval nº 5

kingwood, TX 2018

1ª edición enero 2018

 

el callado

 

A Juan Gelman

 

Le advirtieron que hablara, lo intimaron, dijo:
Lo que callo es de arena.
Lo que yo nunca digo es un aroma que ha podido
         tatuarme.
Sin mucho esfuerzo puedo callar una estación, un
         un modo de nevar.
Mi boca guarda el humo de un disparo en una noche
         del 76.
Soy un hombre que vive de callar.
Espesuras de ciego me lamen los recuerdos.
Me visita mi padre (una foto movida cubriendo un
         esqueleto).
Callo un tren enredado en las líneas de una mano que
         estuvo entre las mías. Bandadas callo.
La procesión de San SilverIo reflejada en el agua,
         sus botes de colores.

 

Afilaron cizaña, chamuscaron su sombra en las paredes.
Y él les dijo:
Callo algún bar, algún cielo de espuma, ojos
         de marineros en bandejas plateadas para los
         muslos de la victrolera, única tierra firme.

 

Lo que yo nunca digo es una noche, ese terrón
          despedazado a besos, y un tigre de bengala
          alrededor de un cofre y en el cofre: comparsa en
Bahía Blanca, una carroza hundida en salitrales.
Es un aceite hirviendo lo que callo.
Es un hijo que recorre saltando las piedras de mi voz.
Muchas horas del día paso en eso. Dale que dale.
Es un color que si lo miro es otro.

 

Lo amenazaron fiero, lo maltrataron, dijo:
Yo no cierro la boca, yo callo cada brazo, cierro el
         pelo, las uñas, disuelto estoy en la respiración
         de alguna madre.
Al silencio hay que hacerlo, acunarlo, vestirlo.
En esa soga gruesa cuelgo la ropa limpia, voces de una
         mujer nacida en Drinicí.
Para sobrevivirla callo una selva entera.
Busco aullidos de mono en caracoles, una perla
         enterrada en un ají.
A ratos logro que me pierda el tiempo».
Cuando alguien calla el mundo se divide: es éste y
         otro, se hace dos para siempre.

 

En la radio hay un himno de orines y una noche de
trapo. Le dieron otra chance, la última. Él les dijo:
         Fabrico lo que callo: huesos de algún perfume, una
         almohada de polvo.

 

Con metales secretos fabrico una tela fina, suave
         (la voz de Billie Holliday en «Tenderly»)
No es memoria. Tampoco es omisión. Yo no
         sabría explicarlo. No es mutismo, no es eso. Es un
         cuento que empieza en el final:
Lo que yo nunca digo son cuatrocientos indios
         mirando la cabeza del jefe Lloriqueo clavada en
         una estaca.
Lo que callo y olvido me habita de otro modo.
Escucho la caldera: la nostalgia trabaja, las
         mandíbulas.
Las lágrimas trabajan, el turbión, los zapatos
         crepitan y cada espejo dinamita un rostro.

 

 

Lo que se dice ahora, no vale una palabra de
         todas las que él calla.
El suelo está en el suelo, el hombre está en el hombre.
Agujeros que se comen el aire recuerdan una cara
         que se tragó la cara.

 

Le advirtieron y dijo: Lo que callo es de sangre.

 

 

 

 

 

 

 

 

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