Es extraña esa facilidad con la que
mucha gente, no cree en nada;
sobre todo al darse las circunstancias
especiales, —necesarias—, para que
surja el alma.
¡Semejante orquestación
tan mal aprovechada!
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El poeta dice:
[hay mucha gente]
[que no cree en nada] [ni siquiera]
al darse las circunstancias
especiales, —necesarias—, para que
surja el alma.
A partir de esta observación, se disparan
las preguntas: ¿cuáles son esas circunstancias
necesarias y especiales que permiten que surja el alma,
o que la hacen surgir?
El poeta parece saber, conocer tales circunstancias.
Y, además, parece conocer, saber cómo y de qué maneras
surge el alma.
Entonces, uno —yo en este caso— activa enseguida
la memoria deseando que le traiga recuerdos, ejemplos
—numerosos y claros— de su propia vida, que
le muestren y le demuestren que es capaz
de reconocer tanto las circunstancias que hacen
que el alma surja como las maneras en que surge.
Oh, uno no quiere, de ningún modo, ser de los muchos
que no creen en nada, de los muchos
que no reconocen las apariciones del alma.
Justo en el momento en que uno se siente
discretamente avergonzado por ser de los muchos
que no saben nada del alma, el poeta dice, le dice:
¡Semejante orquestación
tan mal aprovechada!