Suena Crestas de Oro
de los Pekenikes, y vuelvo
a mi infancia, a esos años
de piscina pequeña, tobogán
y aquel desgastado columpio giratorio,
que aún oigo chirriar como si advirtiera;
tantas vueltas para nada.
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“Tantas vueltas para nada“, la herida poética, está en el último verso,
en el que nos deja sin posible rescate: seguiremos para siempre girando
en el sinsentido, le advirtió el columpio ya en su infancia.
Y el poeta pasa, traspasa a la condición humana el mecanismo del columpio.
¿Es el anuncio de una condena, la constatación de una realidad o
uno de esos residuos que va dejando por el mundo la vida emocional
de los seres humanos?
ndalfonso