manuel vilas: una vida sola: rusia invade ucrania
manuel vilas
una vida sola
lumen 2022
rusia invade ucrania
Un día de finales de febrero del año veintidós
la vieja Rusia invadió Ucrania.
Yo estaba en la costa atlántica de Portugal,
en la solitaria planta novena de un hotel con vistas al mar.
Había olas amenazantes,
y espumas que se alargaban hasta el horizonte.
Tengo miedo, rabia, deseo, mucho deseo, me dije,
y dentro de unos meses cumpliré sesenta años,
y ese mar me está volviendo loco de codicia.
Amor de mis amores, la codicia, la gran codicia
del agua, de la luz, del aire, eso es la vida,
todo entra en mí y yo entro en todo, todo es cuerpo
y nada es alma,
amor de mis amores,
estar desnudo y en actitud de arrodillamiento ante ti,
amor de mis amores.
Mi habitación parecía un nido de ametralladoras
enamoradas de la blancura de las olas gigantes,
de esa noche que caía
y volvía de color naranja el espacio y la arena.
Me senté en la terraza e imaginé
el séquito de Vladimir Putin gobernando la anciana Rusia:
los asesores, el generalato
-todos atemorizados, todos temiendo morir-,
la guardia personal, los camareros, los secretarios,
las camareras, las secretarias rubias,
llenas de medallas de oro ganadas
en memorables Juegos Olímpicos
de todos los países de la tierra y de la historia,
los amigos poderosos, las fortunas, las armas nucleares,
los cocineros pensando en el menú de la cena,
el champán francés, el whisky escocés,
el chocolate belga, las naranjas españolas,
el sastre que decide el color del traje
de paño italiano,
el médico experto en su cuerpo,
que se formó en Harvard,
los asistentes infinitos,
todos convertidos en una reverencia estalinista
aterrorizada, siniestra, y cómica también.
Me iré de este mundo sin acariciar una ojiva nuclear.
La bondad no tiene argumento, no tiene intriga,
es plana e invita a la inexistencia,
las guerras y el mal sí tienen acción, suspense,
planteamiento, nudo y desenlace,
y así construimos la Historia,
porque con la bondad la Historia pasa desapercibida.
Me inventé los insomnios de Putin, sus paseos en bata
por los corredores del Kremlin,
soldados cuadrándose a su paso.
Yo también necesito reverencias y estoy solo.
A mi paso no se cuadra nadie,
es el paso anónimo de un ser humano más
entre millones de desconocidos
que viven y mueren sin salir jamás en los noticiarios
de las televisiones y en las portadas de los periódicos
de todos los países, de todas las naciones.
Qué poco he sido reverenciado en esta vida.
Me moriré sin saber qué se siente.
Y el mundo entero,
las mentes más brillantes del planeta,
intelectuales, escritores, pensadores prestigiosos
condenan la guerra,
pero Vladimir Putin no oye,
vive entregado
a sí mismo, a su narcisismo fértil,
como yo a mi narcisismo baldío.
Mi narcisismo es inocuo e inocente.
El de Putín abre la puerta a la muerte universal.
Al día siguiente me subí a un tren camino de Lisboa.
Los ejércitos rusos asediaban Kiev
y yo paseaba por el Chiado con un pastel de Belérn en la mano.
Cientos de turistas, venidos de España, Francia, Italia,
asediábamos Lisboa, gozando del calor y del sol.
Al planeta tierra venimos a ser dichosos, a hacer el amor,
reír, cantar, comer, soñar
y luego morir en paz después de muchos años.
En este año veintidós, las mujeres temen
a los hombres y los hombres a las mujeres,
es una novedad en la historia de la humanidad
que envilece la vida,
envilece las pasiones
y nos arroja a existencias grises,
a un mundo sin sexo, y esa es la razón
de que regrese la guerra.
El miedo contempla el mundo
como el Zar de la nueva Rusia contempla Ucrania.
Los enemigos de la vida asedian mi vida,
que canta por las calles del Chiado
y de la Alfama canciones
de sexo, lujuria, de gran lujuria, de fraternidad,
de salvaje fraternidad,
y ya sé que tan solo el océano Atlántico
me comprende.
No conozco corazón más infiel que el de la vida.
Nunca me fuiste fiel, oh vida mía, siempre te fuiste
con el primero que llegaba.
Ah, el amor, aquí, en Lisboa, llena de novios y novias,
que esta noche se besarán en hoteles de tres estrellas,
que fornicarán sin tregua,
con gritos de placer inconmensurable,
mientras al otro lado de Europa los hombres y las mujeres
sufren y mueren por nada,
por la veleidad de un tirano,
y aquí entregamos nuestras vidas
al placer, la belleza y el sexo,
pero nunca es bastante,
nunca fue bastante para mí,
siempre deseé más placer
del que mi vida supo acumular.
El placer es tan escaso
como interminable la angustia.
Lisboa, ojalá en esta noche me saciaras para siempre.
Ojalá pudiera sentir la plenitud de los dioses,
la caricia perpetua de la belleza,
el orgasmo continuo de la muerte sin fin.
La historia se derrumba sobre mis hombros,
la tiranía se acerca,
el nuevo Zar quiere matarme
y yo, como el viejo Dostoyevski,
solo quiero estar enamorado.
•
Buen poema de Vilas.
Hoy, al levantarme, me he propuesto que los 28
inéditos de este último libro de Vilas estén en
el blog de poesía; ya hay algunos de ellos, pero
de pronto he visto en el índice: Rusia invade
Ucrania, y he pensado que era oportuno,
apropiado, incluso actual. Y lo he colgado.
NdAlfonso