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Leyendo
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La vida de cada hombre es un misterio, como
la tuya o la mía. Imagina
un palacete con una ventana abierta
sobre el lago Genova. Allí, en la ventana,
los días cálidos y soleados, se ve a un hombre
tan enfrascado en su lectura que no levanta
la vista. Y si lo hace, marca la página
con el dedo, alza los ojos y cruza con la vista
el agua hasta Mont Blanc,
y más allá, hasta Selah, Washington,
donde está con una chica
y se emborracha p or primera vez.
Lo último que recuerda, antes
de perder el conocimiento, es que ella le escupe.
Sigue bebiendo
y recibiendo escupitajos durante años.
Pero más de uno te diría
que el sufrimiento es bueno para el carácter.
Eres libre de creértelo o no.
En cualquier caso, el tipo vuelve
a su lectura y no se sentirá
culpable de que su madre
navegue a la deriva en su barca de tristeza,
ni piensa tampoco en los problemas
de sus hijos, que se suceden y se suceden.
Tampoco intenta pensar
en la mujer de ojos claros a la que amó una vez
y desapareció en manos de la religión oriental.
Su dolor ya no tiene origen ni final.
Que se acerque alguien del palacete, o de Selah,
con algún tipo de parentesco con este hombre
que se sienta a leer todo el día junto a la ventana,
como el cuadro de un hombre leyendo.
Que se acerque el sol.
O que el propio hombre se acerque.
¿Qué demonios estará leyendo?
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Reading
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Every man’s life is a mistery, even as
yours is, and mine. Imagine
a chateau with a window opening
onto Lake Genova. There in the window
on warm and sunny
days is a man
so engrossed in reading he dosen’t look
up. Or if he does he marks
his place
with a finger, raises his eyes, and peers
across the water to Mont Blanc,
and beyond, to Selah, Washington,
where he is with a girl
and getting drunk for
the first time.
The last thing he remembers, before
he passes out, is that she spit on
him.
He keeps on drinking
and getting spit on for years.
But some people will
tell you
that suffering is good for the character.
You’ re free to believe anything.
In any case, he goes
back to reading and will not
feel guilty about his mother
drifting in her boat of sadness,
or consider his children
and their troubles that go
and on.
Nor does he intend to think about
the clear-eyed woman he once loved
and her defeat at hands of eastern religion.
Her grief has no beginning, and no end.
Let anyone in that chateau, or Selah,
come forward who might claim kin with the
man
who sits alll day in the window reading,
like a picture of a man reading.
Let
the sun come forward.
Let the man himself come forward.
What in Hell can he
be reading?
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Raymond Carver
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Todos nosotros
Poesía reunida
S. L. Bartleby Editores
2006, 3ª edición
Velilla de San Antonio
Selección, traducción y prólogo de Jaime Priede
Original: Collected poems
The Harvill Press
Londres 1996
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