Escúchalo aquí recitado por Tomás Galindo
blanca andreu:
hasta nosotros la infancia de los metales raros
De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall
1981
corónate, juventud, de una hoja más aguda
saint-john perse
Hasta nosotros la infancia de los metales raros,
la muchedumbre de la plata que nos pudre en su espuma,
su larga espuma larga como una cinta que naciera en un cuaderno de Back el Joven
Y viniera a morir aquí,
en las aves que anidan en los discos,
mientras Rainer María ya no es tan joven como en la página 38,
no es ni siquiera un joven muerto,
un infante difunto sin pavana,
y yo lo sé,
y no desfallecemos entre sexos cerrados como libros
cerrados,
pero desfallecemos,
yo me desmayo,
tú te desvaneces,
él siente un ligero mareo sin llegar a la náusea
escrita o no escrita.
Ay, bostezamos ante tazas de azul de metileno,
aspiramos con aire distante el amoníaco,
nos hastiamos frente al alto sonido del vitriolo,
nos coronamos de veronal,
pues no encontramos hoja más aguda.
Mi hermano busca el cetro de mil alas de Heliogábalo,
aquellos niños prefieren la tiara papel,
y estos pequeños cíclopes enfermos del pulmón
que bajan de autobuses o de la marihuana,
y son hermosos como hermafroditas,
se coronan con cipreses de silos color vino:
no han encontrado un árbol más agudo.
Pero qué más da, el vaivén de sus cuerpos es vano y terrible,
y en absoluto excesiva la droga seria que se teje en la sangre,
las inyecciones de grave savia,
el hierro y el mercurio en las arterias haciendo de armadura y filtro,
el casco negro y la zarza negra de ningún caballero andante.
Como en mi medieval historia,
cuando ardían las piedras colegiales
para las brechas en la frente
y el cuerpo me dotaba de opio recién nacido,
la hora propia nos confunde,
nos hace himnos o hijos del antiguo caballo mitológico
y de una niña triste con la vena extendida,
de una aguja levantada por nieve increíble,
por amarillo de palomas persas:
hablemos de los caballos padres,
hagamos alusión a los cascos secretos que nos darán la paz
y a las bridas ningunas,
a las futuras crines delicadamente angustiadas,
hablemos de los caballos padres que nos traerán la
muerte y de la luna de anfetamina,
hablemos de la vena madre que nos traerá la dicha del fin,
hablemos de la virgen bebida extrema,
no hablemos sino del litoral y las vertientes de la locura
que posee a los hombres en los parques y ordena,
sino del puñalito que coronará la arteria coronaria como
diadema suma
con la hoja infantil del metal más raro y más agudo del
mundo.
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Aprecio enormemente muchos de los poemas de ¨De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall¨,
de Blanca Andreu, que le valieron el Adonais de no sé qué año. Cuando surge un gran poeta, uno
se da cuenta, con incredulidad, de que el idioma no estaba agotado, como parecía hasta ese momento;
que no sólo nos quedaba la resignación de ir leyendo más y más poemas de un idioma que sería siempre
el mismo, meramente informativo, casi siempre consabido y supuesto.
De pronto, un poeta nos dice las cosas en un idioma insospechado, nuevo, y nos dice cosas nuevas,
no solamente las cosas de siempre dichas de otra manera, sino que nos presenta realidades insospechadas
hasta ese momento.
Es asombroso: el idioma sigue siendo sagrado y realmente creativo.
ndalfonso