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[ezcol_1half]–
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The Tollund Man
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I
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Some day I will go to Aarhus
To see his peat-brown head,
The mild pods of his eye-lids,
His pointed skin cap.
–
In the flat country near by
Where they dug him out,
His last gruel of winter seeds
Caked in his stomach,
–
Naked except for
The cap, noose and girdle,
I will stand a long time.
Bridegroom to the goddess,
–
She tightened her torc on him
And opened her fen,
Those dark juices working
Him to a saint’s kept body,
–
Trove of the turfcutters’
Honeycombed workings.
Now his stained face
Reposes at Aarhus.
–
II
–
I could risk blasphemy,
Consecrate the cauldron bog
Our holy ground and pray
Him to make germinate
–
The scattered, ambushed
Flesh of labourers,
Stockinged corpses
Laid out in the farmyards,
–
Tell-tale skin and teeth
Flecking the sleepers
Of four young brothers, trailed
For miles along the lines.
–
III
–
Something of his sad freedom
As he rode the tumbril
Should come to me, driving,
Saying the names
–
Tollund, Grauballe, Nebelgard,
Watching the pointing hands
Of country people,
Not knowing their tongue.
–
Out here in Jutland
In the old man-killing parishes
I will feel lost,
Unhappy and at home.
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el hombre de tollund
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I
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Algún día iré a Aarhus
a ver la ocre turba de su cabeza,
las suaves vainas de sus párpados,
su abultada gorra de piel.
–
En los llanos contiguos
donde se le exhumó,
su dieta de semillas invernales
cuajada en el estómago,
–
desnudo salvo por
la gorra, lazo y faja,
he de quedarme largo tiempo.
Esposo de la diosa,
–
ella anudó su torques hasta ahogarle
y le abrió su marisma
donde jugos oscuros le tallaron,
embalsamado como un santo,
–
tesoro inscrito en las colmenas
de los cortadores de turba.
Ahora su rostro manchado
reposa en Aarhus.
–
II
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Podría incurrir en blasfemia
y consagrar la ciénaga, hacer de ella
nuestra tierra sagrada
y pedir que retoñe
–
la esparcida, emboscada
carne de los agricultores,
embozados cadáveres
que yacen en las granjas,
–
piel y dientes chismosos
moteando las camas
de cuatro jóvenes hermanos, arrastrados
durante millas junto a las líneas.
–
III
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Algo de la penosa libertad
con que tiraba de su carro
tendría que llegar a mí mientras conduzco,
pronunciando los nombres
–
Tollund, Grauballe, Nebelgard,
observando las manos afiladas
de las gentes del campo,
sin conocer su lengua.
–
Allá en Jutlandia,
en las viejas parroquias asesinas,
me sentiré perdido, triste,
y como en casa.
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Seamus Heaney
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El hombre de Tollund
Cadena humana
Visor Libros
Madrid 2011
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