agustín fernández mallo

 

nocilla experience

 

alfaguara 2008

 

 

89

 

 

 

 

2 niños caminan por un territorio que desconocen. Llevan 2 días sin comer ni ver persona alguna. Ascienden una carretera de montaña, muy virada hasta donde les deja ver el círculo de niebla que les rodea. Empapados, pisan nieve. Es mediodía pero apenas hay luz. Buscan un refugio de pastores, una cueva donde guarecerse. A su espalda oyen el rugido de un motor, que precede unos segundos a los faros de un coche. Se detiene a su lado. Es un taxi blanco, un Mercedes, no antiguo pero sí anticuado. Dentro, 2 hombres; el que conduce y otro en el asiento de atrás. El taxista quiere continuar pero el otro, a quien el taxista llama Señor A, le obliga a frenar con un gesto de mano. Se apea, Pero ¿qué hacéis aquí, niños? ¿Adónde vais? No lo sabemos, estábamos de excursión y nos perdimos. El hombre, bajo, corpulento, rostro ancho, de aspecto anglosajón, les dice que suban. El taxista, entretanto, ha abierto su puerta, y sentado con las piernas fuera bebe vodka directamente de una botella. El taxi arranca, patina en la nieve. Los niños le preguntan que adónde van. El hombre les cuenta que es director de cine, griego, pero que hace muchos años que vive en América y que ha vuelto a Europa a encontrar una mirada perdida, a buscar 3 cintas de cine muy antiguas, de los también griegos hermanos Manakis, quizá las más antiguas filmaciones europeas que se conocen. Estuve hace poco en Sarajevo, les dice, Pero me di cuenta de que tenía que venir hacia el este, hacia Ucrania, como si fuera el viaje de Ulises, ¿sabéis quién era Ulises? Los niños no abren la boca. El taxista tampoco. Él saca unos caramelos del bolsillo y se los ofrece; a pesar de estar muertos de hambre, no los aceptan, Es que nos duele mucho el vientre, le dice uno, Sobre todo a mi hermano. El taxista pone la radio. Lo importante de una cámara de cine es que el ojo del que filma no se refleja en el cristal del objetivo que separa los 2 mundos, el que se filma y el filmado. Al contrario que cuando miras un escaparate y te ves en el vidrio reflejado. La piel de un adulto tiene un espesor aproximadamente igual al de una película de 16 mm, la de un niño al de una película de Super 8. El taxista, con una mano en el volante, la otra en la palanca del cambio y la botella sujeta en la entrepierna, pregunta, Señor A, ¿a la derecha o a la izquierda? El Señor A no responde. A los niños los encontraron días más tarde, en un camión que iba hacia el oeste, metidos en los tambores de unas lavadoras industriales que viajaban, entre otros destinos, a una isla del Mediterráneo. Después dijeron que estaban tan acostumbrados a los oleoductos que pensaron en esos tambores de lavadoras industriales como en el lugar perfecto para dejarse llevar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ñ

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