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VICENTE ALEIXANDRE

Premio Nobel 1977

OBRAS COMPLETAS

VOLUMEN I POESIA (1924-1967)

 

AMBITO / PASION DE LA TIERRA /

ESPADAS COMO LABIOS/

LA DESTRUCCION O EL AMOR /

MUNDO A SOLAS/ SOMBRA DEL PARAISO /

NACIMIENTO ULTIMO/ HISTORIA DEL CORAZON /

EN UN VASTO DOMINIO / PICASSO/

RETRATOS CON NOMBRE / POEMAS VARIOS

 

 

biblioteca de premios nobel

aguilar s a de ediciones

segunda edición-primera reimpresión-1978

 

[/ezcol_1third] [ezcol_2third_end] DESPUÉS DE LA MUERTE

 

La realidad que vive

en el fondo de un beso dormido,

donde las mariposas no se atreven a volar

por no mover el aire tan quieto como el amor.

Esa feliz transparencia

donde respirar no es sentir un cristal en la boca,

no es respirar un bloque que no participa,

no es mover el pecho en el vacío

mientras la cara cárdena se dobla como la flor.

No.

La realidad vivida

bate unas alas inmensas,

pero lejos -no impidiendo el blando vaivén de las flores en que me muevo,

ni el transcurso de los gentiles pájaros

que un momento se detienen en mi hombro por si acaso…

El mar entero, lejos, único,

encerrado en un cuarto,

asoma unas largas lenguas por una ventana donde el cristal lo impide,

donde las espumas furiosas amontonan sus rostros

pegados contra el vidrio sin que nada se oiga.

El mar o una serpiente,

el mar o ese ladrón que roba los pechos,

el mar donde mi cuerpo

estuvo en vida a merced de las ondas.

La realidad que vivo,

la dichosa transparencia en que nunca al aire lo llamaré unas manos,

en que nunca a los montes llamaré besos

ni a las aguas del río doncella que se me escapa.

La realidad donde el bosque no puede confundirse

con ese tremendo pelo con que la ira se encrespa,

ni el rayo clamoroso es la voz que me llama

cuando -oculto mi rostro entre las manos- una roca a la vista del águila

[puede ser una roca.

La realidad que vivo,

dichosa transparencia feliz en la que el sonido de una túnica,

de un ángel o de ese eólico sollozo de la carne,

llega como lluvia lavada,

como esa planta siempre verde,

como tierra que, no calcinada, fresca y olorosa,

puede sustentar unos pies que no agravan.

Todo pasa.

La realidad transcurre

como un pájaro alegre.

Me lleva entre sus alas

como pluma ligera.

Me arrebata a la sombra, a la luz, al divino contagio.

Me hace pluma ilusoria

que cuando pasa ignora el mar que al fin ha podido:

esas aguas espesas que como labios negros ya borran lo distinto.

 [/ezcol_2third_end]     

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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