ropa y serpiente

…Ni a mí que me llamo Súbito, Repentino, o acaso Retrasado, o acaso Inexistente.

Que me llamo con el más bello nombre que yo encuentro, para responderme:

“¿Quéeeeee?…” Un qué muy largo, que acaba en una punta tan fina que cuando a

todos nos está atravesando estamos todos sonriendo. Preguntando si llueve.

Preguntando si el rizo rubio es leve, si un tirabuzón basta para que una cabeza

femenina se tuerza dulcemente, emergiendo de nieblas indecisas.

Pero no me preguntes más. Una pompa de jabón, dos, tres, diez, veinte, rompen

azules, suben, vuelan, qué lentas, qué crecientes. Estallan las preguntas, y bengalas

muy frías resbalan sin respuesta. Un caballo, una cebra, una hermosa inutilidad que

yo me he sacado de la manga, corre, trota, quiere distraer vuestros ojos, mientras

la lágrima más grande, la que no podemos entre todos sostener con nuestros brazos,

nos pesa de tal modo que nuestros cuerpos vacilan bajo el mundo tristísimo.

¡Esfera, recentísima esfera que no podemos besar aunque queramos, perla de amor

inmensa caída de nosotros, de un astro, del vacío, del diminuto espacio del corazón

más niño y escondido; del infinito universal que está en una garganta palpitando!

¡Oh muerte! ¡Oh amor del mal, del bien, del lobo y del cordero; de ti, rojo callado que

creces monstruoso hasta venir a un primer piano, darme en la frente, destruirme!

Soy largo, largo. Yazgo en la tierra, y sobro. Podría rodearla, atarla, ceñirla, ocultarla.

Podría ser yo su superficie. Cubriéndola, ¡qué infame ropa rueda en el espacio! iQué

chaqueta callada, qué arrugas entre risas de vacío va girando o mintiendo bajo el yeso

polar de la Luna, bajo la máscara más pálida de un payaso agorero que no tiene su

gorro de franela! Que está mintiendo todos sus largos muertos ya de tela. Oh amor,

¿por qué no existes más que en forma de trapecio?

¿Por qué toda la vacilación se  convierte en dos rodillas columpiadas (de carne, voy

a besarlas), mondas, desguarnecidas de calor, calvas para mis dientes que rechinan?

¿Por qué dos huesos largos hacen de cuerdas y sostienen a un ángel niño, redondo,

mecido, que espera saltar luego a los brazos o deshacerse en siete mariposas que

sean siete miradas en unos grandes ojos femeninos?

Pero no importa, ¡qué importa! Tengo aquí un pájaro en mis manos. Lo aprieto contra

mi seno, y sus plumas rebullen, son, están, ¡las tengo! Una a una voy a quitarme

todas mis espinas. Una a una, todas las fundas de mi vida caerán. ¡Serpiente larga! Sal.

Rodea el mundo. ¡Surte! Pitón horrible, séme, que yo me sea en ti. Que pueda yo,

envolviéndome, crujirme, ahogarme, deshacerme. Surtir de mi cadáver alzando mis

anillos, largo como todos los propósitos articulados, deslizándome sobre la historia mía

abandonada, y todos los pájaros que salieron de mis deseos, todas las azules, rosas,

blancas, tiernas palpitaciones que cantaban en los oídos, volverán a mis fauces y

destellarán con líquido fulgor a través de mis miradas verdes. ¡Oh noche única! ¡Oh

robusto cuerpo que te levantas como un látigo gigante y con tu agudo diente de perfidia

hiendes la carne de la luna temprana!

Vicente Aleixandre

Pasión de la tierra

Obras completas 1924-67

Volumen I: poesía

aguilar/ biblioteca de premios nobel

segunda edición-primera reimpresión-1978

madrid


 

 

 

 

 

 

 

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