alejandra pizarnik

 

violario

 

 

De un antiguo parecido mental con caperucita provendría, no lo

sé, el hechizo que involuntariamente despierto en las viejas de

cara de lobo. Y pienso en una que me quiso violar en un velorio

mientras yo miraba las flores en las manos del muerto.

Había incrustado su apolillada humanidad en la capital de mi

persona y me tenía aferrada de los hombros y me decía: mire las

flores … qué lindas le quedan las flores …

Nadie hubiera podido conjeturar, viendo mi estampa adolescente,

que la vetusta femme de lettres hacia otra cosa que llorar en mi cuello.

Abrazándose estrechamente a mí, que a mi vez temblaba

de risa y de terror.

Y así permanecimos unos instantes, sacudidos los cuerpos por

distintos estremecimientos, hasta que me quedó muy poco de risa

y mucho de terror.

Seguí mirando las flores, seguí mirando las flores … Yo estaba

escandalizada por el adulterado decadentismo que ella pretendía

reavivar con ese ardor a lo Renee Vivien, con ese brío a lo Nathalie

Clifford Barney, con esa sáfica unción al decir flores, con ese

solemne respeto greco-romano por los chivos emisarios de sus

sonetos …

Entonces decreté no escribir un solo poema más con flores.

 

 

1965

 

 

 

 

 

 [Violario, La verdad del bosque, Tragedia y Niña en jardin fueron publicados

en Revista de Occidente, Madrid, num. 100, julio de 1971, con el título de

Momentos, y recogidos en El deseo de la palabra, Ocnos, Barcelona,

1972, y Textos de Sombra y ultimas poemas, Sudamericana,

Buenos Aires, 1982.]

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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