–
–
–
–
Maryna va de secretaria de la vida que está hilvanando o deshilvanando su destino,
queriendo poner un poco de desorden y de maravilla en tanta rutina sensata, intentando
que los años de su vida no parezcan bacalaos secos colgando de bacalaos secos,
pero tampoco bacalaos en remojo que van perdiendo el sabor de la sal en una palangana.
Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?
No pone mucha inspiración porque se trata solamente de uno de esos cambios necesarios
para que todo siga igual, según se dice: sólo quiere justificarse, justificar su vida de mierda,
que su pacata conciencia –recatada, timorata, mojigata, insignificante- le dé el visto bueno y
le ponga el marchamo de conformidad para no hacer nunca nada más que lo que ya ha hecho,
a saber: nada de nada.
Tira y afloja con habilidad de la cuerda del autoengaño, aunque realmente quiere ser sincera,
auténtica, implacable consigo misma. Se le escapa un detalle, el detalle de siempre: quiere
llegar a entender, a comprender, a iniciar sensata y coherentemente el asunto desde una
profundidad que la misma naturaleza del asunto impide, imposibilita: Maryna, chata, si no te
la juegas en los términos de la realidad –y no en los tuyos propios- estás ya acabadísima,
muerta para enterrar, definitivamente tiesa.
–
–
–
–
–
–
–
–
Aviso [urgente] por si alguien seguía la saga de Algunas tías [buenas],
con la que he pasado unos ratos espléndidos, sin comparación alguna
con la lectura de buena parte de nuestros más oficialmente apreciados poetas:
se me han acabado, de momento, las reservas de merodeos de las tías buenas,
pero de inmediato me voy a poner a ello de nuevo, de modo que espero que
vuelvan cuanto antes, o que no vuelvan: en todo caso, yo voy a empezar a escribirlas
ya, de manera que mi placer está asegurado ().
Un saludo cordial a todos/as
narciso deAA