[ezcol_1half]
[como, al parecer, aún no lo habíamos hecho, incorporamos
a Ana Gorría con algunos textos que publicó en El Cuaderno
En la ficha de presentación dice de ella:
Barcelona, 1979, ejerce la crítica literaria en el blog
latormentaenunvaso.blogspot.com.es y en otros medios
digitales.
Ha publicado dos libros de poemas: Clepsidra -2004- y
Araña, en colaboración con la pintora Pepa Cobo y el compositor
Juan Gómez Espinosa, y los cuadernillos De lo real y su contrario
-2007- y El presente desnudo -2011-.
Es responsable, junto al poeta James Womack, de la versión de
Travesía escéptica, antología del poeta John Ash.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
ana gorría
la soledad de las formas
fantasmas
El centro de la lengua es imperfecto como pequeñas láminas de uranio.
Después lo vertical.
En la saliva, temblar en carne viva es la frontera contra lo que se esfuma.
Lo que dijimos límite es orquídea.
Tan frágil entre huellas es este pasadizo que se borra.
Alzada como el humo, quién vuelve a aparecer.
La borrosa celeridad del paso, aquello que amenaza: ser primero ceniza,
luego humo.
La rigidez, entonces, elevada se va hundiendo en el centro del hueso:
pequeñas transparencias invocadas como si fueran nombres imperfectos.
La ruina de la imagen como un tránsito siempre hacia el mismo laberinto
en donde fluye un torpe manantial.
curvas
La mano que busca se desliza como un caracol frío. Encontrar.
No encontrar.
Todo lo que deshace. Algo más, contra el tiempo las formas aparecen como
huesos alzados de una fosa común. Sin embargo, volvemos a aparecer tan
rápidos y hermosos como una nueva era: los dichosos y tristes.
Todos rostros sin nombre.
Los cuerpos marcan minúsculos caminos como lentos meandros.
Alrededor, sin embargo, lo que aparece ha desaparecido.
despliegues
Sobre los cauces de la memoria, arcos: hilos entre los vértices.
La ligera espesura que media entre el paladar y los oídos, sonoros, lo que
queda tan leve.
Lo que pulsa hacia afuera.
Como células que se multiplican, metástasis del aire.
Ser soñada por ojos que han soñado que sueñas.
Es rapidez.
Abierta, una vez más, la cuenca del deseo apaga el día y la noche. Para dejar
pequeños surcos que se abren, que se abren, que se abren.
Con la fugacidad del propio rastro, del rostro que se hunde sobre sí mismo,
elástico.
Siempre hay un pliegue en el pliegue
G. D.
[/ezcol_1half_end]
0 comentarios