andrés trapiello

 

el amor de las cosas

 

 

 

Y me senté por descansar del día

junto al gran ventanal

y estuve allí no sé qué largo rato.

Cansado estaba y triste y sin propósito

viendo correr el agua de la fuente.

Los del jardín eran colores foscos,

verdes que se enlutaban y unas rosas

al pie de una escalera por la lluvia

gastados. Y allí mismo, en un rincón,

bajo el naranjo agrio,

las viejas herramientas

que dejó el jardinero,

la esterilla de esparto y el hocino

de primitivo aspecto, curvo y negro.

Se deshacía el día en fino polvo

de oro, el agua por el canalillo

de barro apenas se atrevía al ruido

y a su torre volvían las palomas.

No era de noche aún, sino de azul,

de un azul muy intenso.

Vino el amor entonces

a mi lado a quedarse,

el amor de las cosas del huerto,

parte del cual estaba ya sembrado

y esperaba su fruto.

Pero de pronto una blanca lechuza

se desplomó del cielo

y me asustó su majestad al verla

detrás de unos laureles remontando;

hasta escuché sus fantasmales alas.

no era de noche aún,

el aire de azucenas perfumado,

y cerré la ventana

y ya no pude recorrer

mi corazón del todo.

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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