antonio gamoneda
canción errónea
tusQuets
editores
barcelona
2º edición: abril de 2013
marginales 278 nuevos textos sagrados
He visto corazones habitados por hormigas, y máscaras
[camales, y una serpiente acariciada por un verdugo
[indeciso,
y alondras prisioneras en rectángulos, y avefrías coléricas,
y madres
que besaban cadenas.
Qué difícil oficio amar sin desearlo, anudar el acero,
[advertir la belleza del animal que llora y sobrevive en
[vísceras privadas de esperanza,
ver a un anciano que anda y no sabe hacia dónde y su
[esfínter sangra lentamente sobre la nieve.
Este hermano invernal, ¿soy yo mismo huyendo de mi
[juventud?
Advierto
aceites cautelosos, y cansancio, y espinas; su acícula
[extremada
sobre mis ojos.
Desciendo
orientado por ménsulas. No sé. Voy, desciendo
los peldaños profundos de la vejez.
Se ve:
la falsedad es nuestra iglesia.
Ya
estoy llegando,
ya
voy a llegar.
Ahora,
no sé por qué, he de cantar rodeado de espejos.
Aprestad vuestra cóclea, las sucesivas vértebras
de la ira dorsal, la anatomía
conductora del miedo.
Dice
así mi voz en su impostura,
dice:
Vivir es extrañeza, descansar en la cólera. Larvas
[esclarecidas
liban en nuestras venas.
Vivir
es extrañeza. No procede salvarse.
¿De qué, para qué?
No
procede salvarse.
No
hay salvación en el sándalo ni en las raíces torturadas.
[Definitivamente,
no hay salvación en la madera.
Recomiendo por tanto
la más sublime indiferencia.
Importa sólo
agonizar con cierta
dulzura.
Es
también una extrañeza la agonía.
Con todo,
algunos animales copulan fugazmente. Incluso yo copulo
con tenebrosas flores, con las cifras abstractas y, en modo
[más frecuente,
con fósiles azules y
con ancianas amarillas.
Hubiera
una soga final y las terceras sombras
serían penetrables.
Pero no; no tenemos
soga final.
Únicamente,
madera enloquecida, sí, madera sólo.
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