¿por qué se esconden tanto

 

los aspectos penosos de cualquier existencia?

 

 

 

 

Pondré el ventilador para no vivir dos veces la misma vida sin darme cuenta,

pondré una cucharadita de bicarbonato en el agua para no vivir dos veces

la misma vida sin darme cuenta, y me calzaré un solo zapato, el izquierdo

o el derecho, es igual, para no vivir dos veces la misma vida sin darme cuenta.

 

¿Podríamos abordar ahora, aquí, el problema de las vidas planas?

 

No será necesario que personalicemos, desde luego, de manera que nadie,

en modo alguno, podrá sentirse aludido por nuestra somera investigación,

es decir, cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia.

 

 

Trataremos del señor F.

 

Oh, no se recuerda nada de lo que dijo, lo que puede verse como un aspecto triste

de su paso por la vida, es decir, puede considerarse triste o penoso que nadie

recuerde nada de lo que dijo a lo largo de su larga y plana vida. Sin embargo, como

habrán advertido, es algo que suele suceder en la gran mayoría de las existencias.

 

No obstante, para mantener –todavía– un cierto grado de optimismo, es lícito o legítimo

suponer —a favor del señor F.— que hubo algunos que lo quisieron más, aunque

no pueda mostrarse –y menos aún demostrarse– que en efecto fuera así, pero podemos

lanzar al aire la sospecha —infundada— de que tal vez algunas personas lo quisieron

más o de un modo algo especial.

 

Sin embargo, se trata sólo de una propuesta de trabajo —por decirlo de algún modo—,

de una conjetura sin fundamento, ya que es también posible que lo odiasen más

que el resto de las personas que lo conocieron, o que les cayera más simpático

o más antipático, es decir, que esas personas que, en una primera aproximación,

pudiera parecer que lo quisieron más, no lo quisieran realmente más —ni menos—,

sino que simplemente pudieron tener algún motivo de cualquier índole —ajeno por

completo al aprecio o al desprecio— para acercarse más a él, o estar con él, en

apariencia, más tiempo. Podemos citar el odio, la simpatía, el interés, la curiosidad,

alguna clase de atracción o de repulsión, en fin, los motivos que pueden aportarse

son innumerables.

 

 

¿Para qué estar más de 5 minutos con alguien, con el señor F. en este caso?

¿Era realmente necesario estar más de 5 minutos con él cuando estaba vivo?

 

Siempre se puede mantener una actitud –incluso atípica o extravagante–,

de pura inercia, sin más, por esa pereza tan generalizada que hace difícil que

cualquiera —virtualmente cualquiera— inicie un movimiento nuevo o distinto,

o siga una intención inédita para él hasta ese momento.

 

De manera que no podemos afirmar sin grandes reparos que tuviera algún sentido

estar más de 5 minutos con el señor F. o que fuera realmente necesario estar más

de 5 minutos con él cuando estaba vivo.

 

 

 

final de la fase preliminar de la investigación

 

 

 

 

 

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