Vuelvo a contar mis dedos.

(La flor helada, la desconocida cabeza que me acecha se

descuelga y da voces.)

yo miro las paredes y sus frutos redondos y veloces,

hago cálculos, sumo piedras, cenizas, nubes

y árboles que persiguen a los hombres

y perlas arrancadas de malignos estanques

o de negros pulmones sepultados

y horriblemente vivos.

.

La araña que desciende a paso humano me conoce,

dueña es de un rincón de mi rostro,

allá anida, allí canta hinchada y dulce

entre su seda verde y sus racimos.

Afuera, región donde la noche crece,

yo le temo,

donde la noche crece y cae en gruesas gotas,

en mortales relámpagos.

Afuera, el pesado aliento del buey,

la vieja fiebre de alas rojas,

la noche que cae

como un resorte oscuro sobre un pecho.

 

 

 

 

.
blanca varela

una ventana

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

la no vida

 

sin espacio para la expresión
del dolor, —como hacen los artistas.

 

es posible

 

Es fácil y probable,
que al pasar los años, se desconozcan

 

belleza

 

Era tan guapa
que no llamaba
la atención