Death on a pale horse

Joseph William Turner

Tate Gallery

 

 

el caballo pálido

 

Aprovecharemos la charla que Federico sostuvo con el caballo del bandido

para explicarnos esta pintura de Turner, en que el caballo es uno de los cuatro

caballos del Apocalipsis. 

 

El poeta, Federico García, se pregunta –le pregunta al caballo-, le dice:

‘Ay, caballito negro, ¿dónde llevas tu jinete muerto?’.

Si nos fijamos, también el caballo pálido lleva muerto a su jinete, que es

la Muerte, y que suponemos que está muerta por ser la Muerte, aunque el asunto

no está nada claro.

Lorca sigue diciendo:

‘las duras espuelas del jinete inmóvil que perdió las riendas’,

que es, en efecto, lo que le ha pasado a la Muerte del cuadro de Turner, que parece

estar muerta: también ha perdido las riendas y va despendolada encima de la

cabalgadura, montada sobre el lomo del caballo, cruzada de través y bocarriba.

 

‘Ay, caballito frío, qué perfume de flor de cuchillo’

es decir, que el aire y el viento que el caballo pálido arrastra, mueve a su paso,

apestan a sangre negra, que es la flor del cuchillo; y también se huele a la oscuridad

ardiente del infierno, tal como sangraba el costado de Sierra Morena en el poema

de Lorca.

 

Con todo, lo más fascinante de esta pintura de Turner es, tal vez, la cabeza larguísima

e informe del caballo, hecha de la misma materia astillada de un astro, afilada y elegante,

velocísima y atroz, apuntando hacia el infinito, como apuntaban al infinito las cabezas de

los caballos de Emily Dickinson.

 

 

 

 

 

 

 

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