Cristo versus Arizona es una novela experimental de Camilo José Cela, que versa sobre los acontecimientos que en 1881
rodearon al duelo en el OK Corral, narrados a través de un monólogo.
Lo singular de esta novela es que fue escrita utilizando únicamente un punto, es decir, el monólogo se compone de una única
y extensa oración de más de cien páginas.

 

 

camilo josé cela

cristo versus arizona
1988

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi nombre es Wendell España, Wendell Liverpool Espana, quizá no sea España sino Span o Aspen, nunca lo supe bien, yo no lo he visto nunca escrito, Wendell Liverpool Span o Aspen, span es trecho, momento, y aspen es álamo temblón, algunos le dicen tiemblo, antes de saber quiénes habían sido mi padre y mi madre, bueno, esto me queda algo duro al oído, yo suelo decir mi papá y mi mamá, o sea, antes de saber quiénes habían sido mi papá y mi mamá yo me llamaba Wendell Liverpool Lochiel, es lo mismo, mi nombre es Wendell España, así lo pongo siempre, o Span o Aspen, y las páginas que siguen son mías, las escribí yo de mi puño y letra, mi papá, no, voy a acostumbrarme correcto, mi padre era dueño de un caimán domado, primero lo tuvo a medias con Taco Lopes, otros le dicen Taco Mendes, pero después le compró su parte, es lo mejor para no reñir, un caimán que hablaba varias lenguas, inglés, español, también imitaba el relincho del caballo y recitaba poesías, eso no es posible, le dijo una noche Zuro Millor, el cholo de la mierda que echaba sangre por la boca y dormía con la muñeca hinchable Jacqueline, a mí me parece que esto de las muñecas hinchables vino años después pero no lo puedo asegurar, yo lo cuento tal como me lo dijeron, todo el mundo sabe que la muñeca hinchable Jacqueline no tenía pulgas ni se emborrachaba con ginebra, quien sí estaba lleno de pulgas, piojos y ladillas era Taco Mendes, otros le dicen Taco Lopes, hasta caracoles, criaba hasta caracoles en el sobaco y se emborrachaba con agua de colonia, el caimán domado de mi padre también cantaba canciones no muy difíciles, eso es mentira, le dijo una noche Zuro Millor, el cholo de la mierda que estaba siempre con calentura y se la meneaba en todas partes, en la confitería del Smith’s Motor Service, en la funeraria Grau, en el hospital de emergencias, en el beauty shop, en los velorios de angelito, entonces mi padre, como es natural, lo mató, le pegó una topada fuerte en el pecho y lo mató, bueno, lo dejó sin aire y el cholo de la mierda se murió solo, viene a ser lo mismo, eso es siempre difícil de precisar, el momento justo de la muerte sólo lo sabe Dios, el jefe de la policía le dijo a mi padre, mira te voy a estar pegando patadas hasta que me aburra y después te dejo en la frontera, ese cholo de la mierda, ese mestizo de la mierda tampoco se merece que nos gastemos demasiado en papel, el jefe de la policía no era hombre de malas inclinaciones, no pegaba más que patadas y tampoco se reía cuando no acertaba con precisión, el jefe se llamaba Sam W. Lindo y tenía las encías y los dientes negros de mascar tabaco, el que más le gustaba era el Black Maria, muy pegajoso y dulce, muy grasiento y con mucho aroma, contrariamente a lo que se decía Sam W. Lindo no tuvo culpa alguna en el linchamiento de Marco Saragosa el droguero ambulante, los sábados terminábamos de trabajar a las siete y entonces hacíamos, yo y Gerard Ospino, las siete maniobras siguientes, lavarnos un poco, peinarnos con la raya al lado derecho, los demás días de la semana nos peinábamos con la raya al lado izquierdo, echarnos after shave, ponernos ropa limpia, tomar el tren de Tanque Verde al sur del Sabino Canyon, Sabino Otero, el arbusto romerío adorna el campo con sus florecitas blancas y solitarias, por aquí hay mucha soledad, la yerba de romero se usa para recomponer vaginas y fingir virgos, a mí y a mi compañero aún nos faltan dos maniobras, beber cerveza y mearle la puerta al chino, Gerard había sido misionero en Port Tiritianne, nadie sabe bien dónde está, misionero baptista, también cazó ballenas en la Tierra de Adelaida, esa historia ya la contó el botánico Orson en su Memorial y no hay por qué repetirla aquí ahora, en la taberna del Oso Hormiguero hacía calor, es cierto, mucho calor, pero la cerveza era buena y el dueño estaba siempre medio borracho y a veces se olvidaba de cobrar, Sam W. Lindo no pagaba nunca pero tampoco bebía demasiado, el dueño era un irlandés pelirrojo al que decían Erskine Carlow, le llamaban Oso Hormiguero porque tenía un solo testículo y la nariz en forma de taco de billar, roja y con muchos granos, la cosa no se entiende bien pero es así como la digo, aseguro que no miento, yo estuve sin saber quién era yo, de dónde venía, o sea quiénes eran mi padre y mi madre, hasta los veinte o veintidós años, a mí me reconoció mi madre que ejercía de puta en Tomistón, el periódico de Tomistón se llama The Tombstone Epitaph, Tombstone no quiere decir tumba de piedra sino piedra de tumba, lápida mortuoria, algunos traducen al revés, Tomistón queda en el condado de Cochise, entre los montes del Dragón, del Burro y de la Mula, al sur del pueblo se levantan los altos de Huachuca, en Tomistón se vive al lado de la muerte y se presume de saber matar y también de saber morir, los hombres matan dando la cara y mueren con dignidad, es la costumbre, digo que a mí me reconoció mi madre, yo no hubiera podido hacerlo jamás, a mí me reconoció

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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