carlos marzal: poética
(vida de hotel y vida a la intemperie)
En el ejercicio de la poesía, todas mis certezas me han devuelto a
mis incertidumbres.
La redacción de poéticas constituye un pasatiempo de juventud, ese
período de la vida en que se mezclan, de forma más o menos tolerable,
la falta de información, la osadía, el asombro, la ingenuidad. Hace
algún tiempo que se me retiró el derecho a pernoctar en ese hotel (y no
porque hoy sea un viejo más informado, más comedido, y esté de vuel-
ta de todos los trayectos, sino tan sólo porque a cierta edad ya no re-
sulta gracioso perderse en vaguedades y jugar a pontífice de lo que las
cosas deben o no deben ser).
Cada cual transita por los vericuetos de sí mismo a la intemperie,
es decir, sin más brújula que la del instinto y la lectura, para tratar de
construir un poema, un artefacto de estricta combinatoria verbal. Pre-
tendo decir algo que sabe cualquier excursionista aficionado: las indi-
caciones cartográficas no tienen nada que ver con la geografía de nues-
tra aventura. Intuyo que todo tal vez consista en eso: pertrecharse de
un equipaje propio de palabras adecuadas, para dar cuenta de la aven-
tura de la vida.
No se trata de que desprecie la comodidad de escribir a cubierto (a
menudo, resulta estimulante poseer conjeturas sobre casi todo), sino
que estoy seguro de que dormir bajo techado resulta indiferente a la
hora de escribir. Los hoteles de juventud en donde todas las cosas es-
taban en su sitio son ilusorios. De manera que hoy prefiero hacerme
la ilusión de que escribo a la intemperie.
Mis certezas, repito, me han devuelto a mis incertidumbres, o,
mejor dicho, mi única certeza es que me he convertido en el paseante
a cuerpo gentil de mis incertidumbres y mis perplejidades.
antología consultada
de la poesía española
el último tercio del siglo
1968-1998
volumen CCCC
de la colección visor de poesía
visor
madrid
1998
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