charles simic

 

master of disguises

 

 

el invisible

 

master of disguises : poems / charles simic
2010

 

 

Some of these poems have previously appeared in the following magazines to whose editors grateful acknowledgment is made:

The New Yorker, Notre Dame Review, Margie, London Review of Books, New York Review of Books, Southern Review, Virginia

Quarterly Review, Poetry, Five Points, Boulevard, Times Literary Supplement, Daedalus, New Welsh Review, Paris Review,

Tuesday Magazine, Tin House, and Salmagundi. The poem «Carrying On Like a Crow» appeared in The Best American Poetry 2010.

 

 

for Helen

 

Everything as unreal as real can be.

                         —wallace stevens

 

 

        IV

 

the invisible

 

 

 

[ezcol_1half]      

 

el invisible

 

I

 

Estuvo siempre aquí.
Su pavorosa presencia oculta
Por esta fiesta de disfraces
De flores y pájaros
Y niños jugando en el jardín.

 

Sólo las hojas dicen la verdad.
Susurran misteriosamente,
Luego callan, como si escucharan
Una libélula
Que acaso sabe aún más sobre el invisible,

 

O si no por qué son sus alas
Tan diáfanas bajo la luz,
Y está tan pronta a emprender el vuelo
Que uno apenas advierte
Que estuvo aquí y ya se ha ido.

 

II

 

¿Acaso las sombras no saben algo al respecto?
La manera en que, también ellas, van y vienen
Como si cumplieran una visita a ese otro mundo
Donde hacen lo que hacen
Antes de volver a toda prisa con nosotros.

 

Justo hoy admiraba la sombra que proyecto
Mientras caminaba solo por la calle
Y estuve a punto de hacerla hablar
Sobre este preciso tema
Cuando de pronto se apartó de mí.

 

Sombra, le dije, ¿qué mensaje
Me traerás a tu vuelta?
Y ¿estará lleno de enigmáticas ambigüedades
Que ni siquiera puedo alcanzar a imaginar
Mientras camino lentamente bajo el sol de mediodía?

 

III

 

Puede ocultarse detrás de una puerta
En algún edificio de oficinas
Donde un día te descubres trabajando
Hasta muy tarde
No hay nadie a quién poder pedir indicaciones
Entre los centenares de puertas
Todas carentes de información sobre el tipo de negocios,
De monótonas faenas que tienen lugar
En sus estrechos y mal iluminados espacios.

 

¿Acaso una agencia de detectives
Que localizará a Dios por una modesta suma?
¿Una compañía dispuesta a asegurarte
Por si un día
A pesar de las promesas de tu párroco
Acabas en el infierno?

 

El largo pasillo termina en una ventana
donde aun la luz del día agonizante
Parece empolvada y sucia.
Ese pasillo sabe bien lo que es esperar
Y, cuando se ve descubierto,
Finge sorprenderse de encontrarte allí.

 

IV

 

En el momento en que apagas la lámpara
Aquí están otra vez
Esos dos muertos
A los que llamas tus padres.

 

Anhelabas ver esta noche
A la muchacha que una vez amaste,
Y a esa otra que te permitió
Meterle la mano bajo la falda.

 

En su lugar, he aquí este plato lleno de cambio
Con una llave que no abre ninguna cerradura,
El condón usado que encontraste en la iglesia
Y el cuervo lisiado que tu vecino conservaba.

He aquí a la mosca que torturaste alguna vez,
La piedra que le tiraste a tu mejor amigo,
El puerco que soltó un chillido agudo
Cuando el cuchillo tocó su cuello.

 

V

 

Aquí la gente todavía cuenta historias
Acerca de un viejo ciego
Que jugaba dados en la banqueta
Y le pagaba a los niños del vecindario
Para que le dijeran qué número había caído.

 

Cuando se iban a la escuela,
Le pedía lo mismo a cualquiera
Que escuchara caminando cerca:
El cartero ocupado en el reparto,

 

El enterrador metiendo un ataúd
A su carroza negra,
Y a usted también, estimado amigo,
Si de casualidad anda por acá.

 

VI

 

Noche oscura, viejo edificio gris,
Un gato blanco en una ventana,
Un anciano cenando en la otra,
Todos los demás ocultos a la vista,

 

Como aquella que espera a que la tina
Se llene de agua caliente
Mientras se desnuda ante un espejo
Que comienza a cubrirse de vapor.

 

La imaginación, ayudante del diablo,
Me hizo vislumbrar sus dos pechos
Conforme apretaba el paso
Con la cara metida bajo el cuello del saco
Porque el viento soplaba con rudeza.

 

VII

 

Querida señorita Russell:

Algunas noches usted me llevaba
En un recorrido privado por la biblioteca de la ciudad.
Apenas lograba seguirle el paso
Mientras usted revoloteaba por las hileras de libros,
Susurrando sus nombres,
Señalando aquellos que yo debía leer,

 

Y luego se olvidaba de mí por completo,
Jalaba el cordón de la luz
Y me dejaba en la oscuridad
Buscando un libro a tientas
Entre los estantes
—sin duda el equivocado
Como habría de enterarme
En el escritorio a la salida
Bajo su compasiva mirada
Que me seguía hasta la calle
Donde no me atrevía a detenerme
Para ver lo que llevaba en la mano
Sino hasta que había dado vuelta a la esquina.

 

VIII

 

Una llave oxidada de una caja de puros llena de llaves
En una tienda de baratijas a la orilla de una carretera.
La misma que sostuve durante largo rato
Antes de dejarla resbalar
Entre los dedos.

 

(Es muy probable que, cuando aún era útil,
El ascético autor de
“El negro velo del ministro”1
Se encontrara confinado
En la casa de su madre en Salem.)

 

Abría un pequeño cajón
Lleno de cartas amarillentas
En una cómoda con un espejo
Que reflejaba un rostro pálido
Con un par de ojos enfebrecidos

 

En una habitación con un paisaje
De árboles negros, sin hojas,
Y presurosas nubes rojas crepusculares
Donde pronto cayeron las lágrimas
Que hicieron que la llave se enmoheciera.

 

IX

 

¡Oh, Perséfone! ¿Es cierto lo que dicen?
¿Que todo aquello que es hermoso,
Aun por un solo y huidizo instante
Se postra ante ti, para nunca volver?

 

Modista que prende con alfileres un rojo vestido en una vitrina,
Anciano que saca a pasear a tu viejo perro enfermo.
Incluso ustedes, niñitos, que se toman de la mano
Al cruzar la concurrida calle con su maestra,

 

¿Qué esperanza tienen hoy para nosotros?
Ahora que el cielo se oscurece tan temprano
Y llegan los primeros copos de nieve
Que caen aquí y allá, después en todas partes.

 

X

 

El invisible mira la nieve
A través de una ventana oscura
Desde una hilera de oscuras ventanas de escuela
Asegurándose de que los copos caigan
En el orden adecuado
En que estaban destinados a caer
Sobre el patio gris
Y hace guardar silencio
En el momento en que lo hacen.

 

El cuervo asiente con la cabeza
Mientras él pasa
Debe haber sido un profesor de filosofía
En una vida anterior
Pese a que las circunstancias han cambiado
Aún abre el pico de vez en cuando
Como para dirigirse a los estudiantes que lo veneran
Y al no ver nada más que nieve
Mira con perplejidad
Una de las oscuras ventanas.

 

XI

 

Pájaro que confortas a los afligidos
Con tu canto,
A los dos o tres que yacen despiertos
En medio de la densa somnolencia
Del pequeño pueblo y el campo,

 

Y que nada saben uno de otro
Mientras escuchan con toda atención
Cada menudo trino
Temerosos de hacer algo
Que lo pueda acallar.

 

En la fría, blanquecina luz,
Visible el cuadro de la ventana,
Algunos árboles en el jardín
Comienzan a desprenderse de la noche,
Los demás no tienen gran prisa. 

 

 

 

De El amo de los disfraces.

Versión de Rafael Vargas.[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]  

 

the invisible

 

 

1

 

It was always here.
Its vast terrors concealed
By this costume party
Of flowers and birds
And children playing in the garden.

 
Only the leaves tell the truth.
They rustle darkly,
Then fall silent as if listening
To a dragonfly
Who may know a lot more of the invisible,

 
Or why else would its wings be
So translucent in the light,
So swift to take flight,
One barely notices
It’s been here and gone.

 

2

 

Don’t the shadows know something about it?
The way they, too, come and go
As if paying a visit to that other world
Where they do what they do
Before hurrying back to us.

 

Just today I was admiring the one I cast
As I walked alone in the street
And was about to engage it in conversation
On this very topic
When it took leave of me suddenly.

 

Shadow, I said, what message
Will you bring back to me,
And will it be full of dark ambiguities
I can’t even begin to imagine
As I make my slow way in the midday sun?

 

3

 

It may be hiding behind a door
In some office building,
Where one day you found yourself
After hours
With no one to ask for directions,
Among the hundreds of doors
All lacking information what sort of business,
What sort of drudgery goes on
Inside its narrow, poorly lit rooms.

 

 
Some detective agency
That’ll find God for a small fee?
Some company ready to insure you,
Should one day,
Despite the promises of your parish priest,
You turn up in hell?

 

The long hallway ends at a window
Where even the light of the dying day
Seems old and dusty.
It understands what waiting is,
And when found out
Appears surprised to see you here.

 

4

 

The moment you shut off the lamp,
Here they are again,
The two dead people
You called your parents.

 
You’d hoped you’d see tonight
The girl you loved once,
And that other one who let you
Slip a hand under her skirt.

 
Instead, here’s that key in a saucer of small change
That wouldn’t open any lock,
The used condom you found in church,
The lame crow your neighbor kept.

 
Here’s the fly you once tortured,
A rock you threw at your best friend,
The pig that let out a scream
As the knife touched its throat.

 

5

People here still tell stories
About a blind old man
Who rolled dice on the sidewalk
And paid children
In the neighborhood
To tell him what number came up.

 

 
When they were away in school,
He’d ask anyone
Whose steps he heard,
The mailman making his rounds,
The undertakers loading a coffin in their black wagon,
And you, too, mister,
Should you happen to come along.

 

6

 

Dark evening, gray old tenement,
A white cat in one window,
An old man eating his dinner in another.
Everyone else hidden from view,

 
Like the one who waits for the tub
To fill up with hot water
While she undresses before a mirror
Already beginning to steam over.

 
Imagination, devil’s helper,
Made me glimpse her two breasts
As I hurried by with my face tucked in my collar,
Because the wind was raw.

 

7

 

Dear Miss Russell:
 
Nights, you took me on a private tour
Of the empty town library.
I could hardly keep up
As you darted along the rows of books,
Whispering their names,
Pointing out the ones I ought to read,

 
Then forgetting all about me,
Pulling the light cord
And leaving me in the dark
To grope for a book
Among the shelves,
Surely the wrong one,

 
As I was soon to learn
At the checkout desk
Under your pitying gaze
That followed me into the street
Where I dared not stop
To see what I held in my hand
Until I had rounded the corner.

 

8

 

A rusty key from a cigar box full of keys
In a roadside junk shop.
The one I held on to a long time
Before I let it slip
Through my fingers.

 
Most likely, when it was still in use,
The reclusive author
Of «The Minister’s Black Veil»
Was still cooped up
In his mother’s house in Salem.

 
It opened a small drawer
With a stack of yellowed letters
In a dresser with a mirror
That gave back a pale face
With a pair of feverish eyes

 
In a room with a view
Of black, leafless trees
And red clouds hurrying at sunset,
Where soon tears fell
Causing the key to go rusty.

 

9

 

O Persephone, is it true what they say,
That everything that is beautiful,
Even for one fleeting moment,
Descends to you, never to return?

 
Dressmaker pinning a red dress in a store
          window,
Old man walking your sickly old dog,
Even you little children holding hands
As you cross the busy street with your
          teacher,

 
What hope do you have for us today?
With the sky darkening so early,
The first arriving flakes of snow,
Falling here and there, then everywhere.

 

10

 

Invisible one, watching the snow
Through a dark window
From a row of dark schoolhouse windows,
Making sure the snowflakes fall
In proper order
Where they were fated to fall
In the gray yard,
And hush the moment they do.

 

The crow nodding his head
As he walks by
Must’ve been a professor of philosophy
In a previous life
Who despite changed circumstances
Still opens his beak
From time to time
As if to address his adoring students,
And seeing nothing but snow,
Looks up puzzled
At one of the dark windows.

 

11

 

Bird comforting the afflicted
With your song,
The one or two lying awake
In the vast slumber
Of small town and countryside,

 
Who know nothing of each other
As they listen intently
To every little tweet
Afraid they’ll do something
To make it hush.

 
In the cool, silvery light,
The outline of the window visible,
Some trees in the yard
About to let go of the night,
The others in no big hurry.  [/ezcol_1half_end]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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