Cuando me acosté, para pasar la noche, en el desierto,

boca arriba, y dormité, y mis ojos se abrieron,

mi mirada voló hacia arriba, como si cayera en el cielo,

y vi el ojo abierto de la noche, completamente

cándido, todo iris de un gris estrella,

salpicado por racimos de pupilas brillantes.

Miré, y dormité, y cuando mis párpados se abrían

me desplomaba en lo alto fuera de la atmósfera,

en picada y jadeando como si hubiera dado un paso en falso

en una escalera. Me dormía y volvía en mí, y me dormía,

y cada vez que abría los ojos

caía hacia arriba en la profundidad del universo.

Se veía atestado, hueco, intrincado, elástico,

no sentí que realmente podía verlo

porque no sabía qué era

lo que estaba viendo. Cuando mis párpados se alzaban,

allí estaba lo real… absoluto,

fresco, impersonal, íntimo,

benigno sin dulzura, yo planeaba en lo alto, mi

velocidad súbitamente aumentada para igualar la suya, estaba

entrando en otra dimensión, y sin embargo

una a la que pertenezco, como si

no sólo la tierra mientras estoy aquí, sino el espacio,

y la muerte, y la existencia sin mí, fueran mi casa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sharon Olds

desierto


 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir