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do not go gentle into that good night

 

Do not go gentle into that good night,

Old age should burn and rave at close of day;

Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,

Because their words had forked no lightning they

Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright

Their frail deeds might have danced in a green bay,

Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,

And learn, too late, they grieved it on its way,

Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight

Blind eyes could blaze like meteors and be gay,

Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,

Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.

Do not go gentle into that good night.

Rage, rage against the dying of the light.

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no entres dócilmente en la noche callada

 

No entres dócilmente en la noche callada,


Que al morir la luz la vejez debería


Delirar y arder; odia el fin de la jornada.



Aunque el sabio ve en su ocaso la alborada,


Como a su verbo el rayo vigor no confía


No entra dócilmente en la noche callada.



Llora el hombre bueno tras la última oleada,


Por lo que pudo su obra danzar en la bahía,


Y odia, odia feroz el fin de la jornada.



Y el loco, que al sol cogió al vuelo en su albada,


Y advierte, aunque tarde, la ofensa que le hacía,


No entra dócilmente en la noche callada.



Y el grave, que al morir ve con ciega mirada


Que ojos ciegos ser pueden meteoros de alegría,


Odia, odia feroz el fin de la jornada.



Y tú, padre mío, de tu cima alejada,


Maldice o bendíceme con voz airada o pía.


No entres dócilmente en la noche callada.


Odia, odia feroz el fin de la jornada.

 

versión de esteban pujals

 

no entres dócilmente en esa plácida noche

 

No entres dócilmente en esa plácida noche,


la vejez debería arder y delirar al terminar el día;


rabia, rabia contra la agonía de la luz.



Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla es justa,


porque ningún relámpago han clavado sus palabras


no entran dócilmente en esa plácida noche.



Los buenos, que en el último gesto lloran por el brillo


con que sus frágiles actos hubieran podido bailar en una verde bahía,


rabian, rabian contra la agonía de la luz.



Los salvajes, que atraparon y cantaron el sol en vuelo,


y demasiado tarde aprenden que lo han apenado en su camino,


no entran dócilmente en esa plácida noche.



Los solemnes, cerca de la muerte, que ven con mirada cegadora


que los ojos ciegos pudieron brillar igual que meteoros y alegrarse,


rabian, rabian contra la agonía de la luz.



Y tú, mi padre, allí en la triste altura,

maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te suplico.


No entres dócilmente en esa plácida noche.


Rabia, rabia contra la agonía de la luz.

 

versión de gerardo gambolini

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